A medida que Podemos se va asentando en las instituciones y en el calendario electoral, va definiéndose en la práctica más como una izquierda reformista que como una izquierda revolucionaria.

Frente a los eslóganes de la derecha, no parece que Pedro Santisteve, Pablo Echenique, Pedro Arrojo o la recién incorporada a las listas electorales de UP Rosa María Artal sean peligrosos radicales, sino gente de izquierdas con nuevas ideas sobre el medio ambiente, la administración o las relaciones internacionales.

Hace unos días, en la Feria del Libro de Cádiz, tuve ocasión de charlar un buen rato con su alcalde, José María González, a quien tildan de montaraz republicano y temible comunista, y me pareció una persona de lo más cordial, con un discurso perfectamente asumible por buena parte de la población. Kichi que es un notable orador, nos contaba con orgullo que su equipo ha sido capaz de devolver en un año diez de los doscientos millones de euros de deuda que arrastraba su Corporación tras el paso de Teófila Martínez, exalcaldesa gaditana hasta allá donde la memoria alcanza.

Podemos, con sus confluencias y alianzas, ha puesto desde un principio el acento de su política en la defensa de los desfavorecidos, los desempleados, los desahuciados, y en esa línea han conseguido reorientar algunos presupuestos de comunidades autónomas y grandes ayuntamientos. Sensibilidad y programa que perfectamente podrían ser asumidos por los grupos políticos, en especial por los defensores del Estado de Bienestar.

Menos coherente, sin embargo, me parecen las posturas de Unidos Podemos con respecto al mapa autonómico. Su defensa de la consulta catalana choca con su silencio a propósito de la expresión independentista de otros pueblos, como el galllego o el vasco, que tendrían exactamente el mismo derecho a expresarse que los catalanes. Los guiños independentistas de Ada Colau o Pablo Iglesias no encubren apenas, ni siquiera mimetizan un interés por captar votos, pero señalan una posición que, siendo ya de partida contradictoria, les puede pasar factura en el futuro, como ha evitado en el presente el pacto con el PSOE. Respecto a la autonomía de Aragón, Podemos, al revés que en Cataluña, manifiesta un tolerante acomodo, pero no parece estar por el desarrollo del Estatuto ni por profundizar en nuestra identidad. Ellos sabrán.