Precampaña, incertidumbre, acojono entre los políticos. El que no consigue ponerse muy por delante en la lista nada tiene garantizado. La gente se ha puesto rara e imprevisible. Los expertos en demoscopia matizan más que nunca sus augurios. Así, en medio de este sinvivir, quienes gobiernan intentan recuperar en cuatro días la buena voluntad de la ciudadanía, e incluso prometen que, si vuelven a mandar, se enmendarán la plana a sí mismos. ¿Ha subido el IBI? Pues lo bajaremos. ¿Están las calles hechas una pena? Pues toma operación asfalto. Paradigma absoluto del cotarro aragonés, el Gobierno autónomo ha entrado en un frenesí positivsta para congraciarse con un electorado al que lleva maltratando cuatro años. El PAR se distancia del PP. Este partido ha ordenado acelerar los pagos pendientes, las acciones aplazadas, el buen rollito. Sin herniarse, por supuesto. Además, mira que bien, la Opel pita, y ya se sabe que lo bueno para Opel es bueno para Aragón.

¿Cómo enderezar en un mes el rumbo perdido durante casi cuatro años? A veces resulta imposible. Puede dejarse en el aire el último apretón al Ingreso Aragonés de Inserción, pero disimular a estas alturas chandríos tan obvios como el de ese nuevo colegio concertado que se pretende construir en Cuarte resulta más difícil. La teoría de la colaboración público-privada, basada casi siempre en milongas, no se sostiene en un caso como éste, donde la prestación de un servicio público esencial se deja en manos de inciertos emprendedores, cuya solvencia, métodos e intenciones no cuadran de ninguna manera. A las instituciones les están cayendo encima las consecuencias de la alocada (pero rentabilísima en su día) expansión al Sur de Zaragoza. Esos barrios y pueblos satélites, construidos sin orden ni concierto, necesitan hoy equipamientos. Así que es preciso sacarse de la manga las soluciones más alucinantes.

Listas de espera en sanidad, daños causados por la crecida del Ebro, impagos, antipatías, incumplimientos... Llega mayo y todo es objeto de un ansioso remate. Corre, ¡corre! Qué chula es la democracia, ¿verdad?