En el mes de febrero la lista de espera quirúrgica descendió en 343 personas, un 16% de los pacientes que estaban pendientes de pasar por quirófano. A ese ritmo, en menos de seis meses se ponía el contador a cero. Los datos los ha hecho públicos el Gobierno aragonés dando pelos y señales de porcentajes, patologías, centros afectados y provincias implicadas. Qué bonito que a dos meses de las elecciones les salgan las cuentas y se apliquen las medidas que permiten atender la salud del personal. Todavía quedan dos entregas de final de mes para demostrar a los electores la eficacia de una consejería como la de Sanidad que, en todo su periplo legislativo, no ha tenido ninguna consideración al tratarlos como pacientes. Ni siquiera como contribuyentes.

Los datos de las listas de espera han estado encriptados y solo las mareas o los colegios profesionales han ido ofreciendo cifras que daban horror. Se han guardado la solución para el final, se reparten unos milloncetes a la privada apretándoles las tuercas en el coste de las operaciones y les salvan la cuenta de resultados.

¿Por qué se dejó engrosar la fatídica lista desde el principio? Porque había que demostrar que se puede recortar, que la salud pública es cara y que la reducción del déficit era lo principal y lo que mejor maneja el PP. Matrícula en lo primero; suspenso en lo segundo --porque lo único que ha quedado claro es que lo verdaderamente caro es una mala atención-- y, en lo del déficit, tocado y hundido.

Periodista