La salud y el respeto por ella es el sistema de medida para conocer la distancia que ha recorrido el ser humano hacia la auténtica civilización. El desalojo del Pablo Remacha de las personas encerradas para evitar el traslado de los aparatos de mamografía y la imagen del desmontaje de la máquina, queda enmarcado dentro del retroceso evolutivo del hombre. Lo que que ha sucedido en el barrio de San José contiene una gravedad mayúscula, indefendible bajo cualquier tipo de argumento político, económico o darwiniano. Es un acto de salvajismo e inconsciencia, producto de un un gobierno desenfrenado y desorientado que antepone la defensa del bienestar perdido o extraviado con misiles sobre el eje de flotación de ese confort que intenta recuperar sin brújula.

El centro apenas dará a partir de ahora para la radiografía de un tobillo, y quien quiera más especialización deberá trasladarse al Miguel Servet. San José es un clásico zaragozano por su solera y porque entre sus brazos acoge a una buena cantidad de gente mayor que ha alcanzado la madurez y la recta final de la vida. Quizás no sea políticamente correcto sensibilizar al lector haciendo referencia a este sector de la población, pero acude inevitable la indignación por la resta de valores en la pretensión de sumar estupideces muy bien asesoradas.

Para los viejos, que los somos todos en potencia desde el primer día, un metro médico supone una distancia abismal. En lugar de primar las facilidades asistenciales para estos ciudadanos que se han ganado a pulso el derecho al mayor grado de paz física posible, se apuesta por la unificación y masificación enfocándolo hacia el bien común y el máximo aprovechamiento de los recursos. España está en crisis, en una crisis mucho mayor de la que creeemos, sabemos o nos cuentan. Es la crisis de los idiotas, de quienes avanzan hacia la civilización empujando a sus ancianos o a sus enfermos por los barrancos de su estrecho camino mental.