La Comisión Europea lleva meses desgañitándose sobre la gran vulnerabilidad de la economía española. No logramos despegar porque ni reducimos la deuda ni las elevadas tasas de paro ni conseguimos achicar la enorme brecha que se ha abierto entre pobres y muy pobres, y ricos y muy ricos. No damos una, y el Banco Central Europeo ha vuelto a colocarnos a la cabeza del riesgo político para la economía europea si no se ejecutan las reformas fiscales y estructurales a las que estamos obligados, pese a que, hasta ahora, han servido de bien poco o casi nada. En la Eurozona nos miran mal, y no solo porque temen que el auge del populismo de izquierdas genere otra Grecia en España, sino porque nos falta un tornillo. Vean si no. Cien mil euros han costado las réplicas de la Cibeles y Neptuno que se van a plantar en Milán para que la afición madrileña que gane la Champions pueda celebrar la victoria con el mismo desparpajo con el que lo haría en casa. Los 30.000 del transporte en dos trailers desde Valencia los pone una marca de ron que patrocina la marcianada esta, pero no se sabe quién pone los 70.000 restantes. La idea --y ya siento tener que insistir en lo del tornillo-- era hacer una cremà con los dos monumentos de corcho y cartón, pero a las autoridades de Milán no les fascinan las fallas y han dicho, con muy buen criterio, que ni fuego ni basura, así que lo que quede tras la celebración o la desolación habrá que cargarlo en los trailers y de vuelta a España para depositarlo en un punto limpio. Periodista