Dados los complejos resultados de las elecciones generales, la casta política española anda sumida en una trascendente discusión sobre cómo y con quien se forma gobierno. Bueno, salvo Rajoy, quien, como es su costumbre, ni sabe ni contesta, ni para adelante ni para atrás. Con el Gobierno en funciones desde hace meses, y lo que queda, España sigue como si tal cosa, con la ciudadanía perpleja y a la vez desafecta ante todo lo público. Ante semejante panorama, lo que es muy grave, se están relegando al olvido problemas esenciales para el futuro del país.

Mientras los políticos andan enfrascados con lo suyo, que no es otra cosa que conseguir el poder, a saber para qué, una buena parte de España se despuebla. La sangría demográfica no es nueva; se trata de un grave problema estructural que ha existido en muchas épocas, aunque en momentos se ha acentuado de una manera extraordinaria.

Esto es lo que está ocurriendo, y de modo casi tan rápido como el cambio climático, en algunas zonas de España en los últimos 50 años. El problema de la despoblación está adquiriendo tintes de verdadera tragedia en la Serranía Celtibérica, un enorme espacio casi vacío que abarca todo el este de Castilla y León y de Castilla La Mancha, el sur y el oeste de Aragón e incluso algunas zonas del interior de Valencia. Estas tierras del mal llamado sistema Ibérico, que ocupan unos 70.000 km2., apenas están habitadas por 500.000 personas, lo que arroja una densidad de poco más de 7 habitantes por kilómetro cuadrado, la más baja de toda la UE; con el agravante, además, de que esa población presenta la media de edad más alta de toda Europa. Esta situación está a un ápice de llegar al punto de no retorno, pues, de seguir así, en 20 años el corazón geográfico de la península Ibérica será un verdadero desierto.

En la última campaña electoral ni un solo partido se preocupó de este grave asunto y ninguno propuso medidas para paliar semejante sangría, tan solo buenas palabras y vacías declaraciones que no conllevaban el menor compromiso político. Parece que, como no hay votantes, los problemas no importan.

El Senado, que formó una comisión para estudiar la despoblación, ha publicado un amplio informe, pero nadie le ha hecho el menor caso. Supongo que no falta mucho tiempo para que alguien coloque unos carteles en los accesos a la Serranía Celtibérica en los que se lea: "Hubo un tiempo en el que en estos yermos vivió gente".

Escritor e historiador