Desde las movilizaciones de las mujeres el 8-M se está demostrado que el desembarco de las féminas en el poder es un hecho. Los nombramientos de 11 ministras en el Gobierno de Pedro Sánchez ha llamado la atención en el mundo. Todo un acierto, porque estas señoras tienen detrás una trayectoria brillante y unos trabajados demostrados con responsabilidad de mando. Así que vamos a confiar en el quehacer de estas damas de rojo; color atrevido y radiante que en su mayoría eligió para el posado en las escalinatas de la Moncloa con el presidente más guapo de la Unión Europea (comentario muy extendido por Bruselas).

Además, las carteras ministeriales de las señoras no son ninguna tontería y demuestran una intencionalidad: Vicepresidencia y ministra de Igualdad; Transición ecológica y Cambio Climático; Hacienda; Administraciones Públicas; Economía y Empresa; Sanidad, Consumo y Bienestar Social; Ministra Portavoz del Gobierno, Educación y Formación Profesional; Trabajo; Justicia; Industria, Comercio y Turis-mo; Defensa. Y a la espera de nuevos nombramientos que están al caer en impor-tantes puestos de decisión, ahí tenemos los recientes de la Fiscal General del Estado, María José Segarra, y de la recuperada María Teresa Fernández de la Vega nombrada presidenta del Consejo de Estado. Un organismo, este último, vacío de contenido y que solo sirve para premiar a los que allí se sientan. Pero no se han atrevido a suprimirlo.

Me gustó el bautismo de fuego de la bilbaína Isabel Celáa como ministra Portavoz del Gobierno en su primera rueda de prensa tras la formación del Ejecutivo de Sánchez. Amable, firme en sus palabras, suave en los planteamientos, sin las prepotencias huecas a las que nos tenía acostumbrados el anterior portavoz. En sus manos está cuidar y mimar la maltratada Educación y Formación Profesional, con presupuestos dignos y con respeto. Ella ha sido docente, sabrá lo que tiene entre manos.

Otra mujer con poder que se ha salvado de la quema del PP es la presidenta de Las Cortes, Ana Pastor. Hasta las próximas elecciones ahí seguirá al frente del Parlamento. Y me parece muy bien porque ejerce correctamente su papel y es de lo poco bueno del anterior equipo. Sin embargo, hay que decir que fue desastrosa la elección del tal Màxim Huerta como ministro de Cultura. Como patéticas fueron sus declaraciones tras su dimisión/cese. Bienvenido sea José Guirao, exdirector del Reina Sofía, nuevo ministro de Cultura. Un hombre refinado y experto en gestión que despierta el consenso en los ámbitos del arte, la literatura y las vanguardias. En fin, que las mujeres son objeto de deseo. Tanto es así que hasta el listillo de Urdangarin ha elegido la pequeña prisión de Briera (Ávila), solo de mujeres, para cumplir su condena de cinco años y diez meses. «Allí estará absolutamente solo», dicen sus cronistas resaltando la realeza de su aislamiento. Un privilegio más para los aledaños de la monarquía. Un intocable en la cárcel.

*Periodista y escritora