A estas alturas, y después de lo de Barcelona y Cambrils, ya tenemos clara, por desgracia, una de las máximas de la seguridad: «La seguridad absoluta no existe». La única forma de lograr que un riesgo desaparezca es actuar proactivamente; es decir, sobre las causas que lo provocan. Si las alteramos, la amenaza no nacerá. Se trataría, por ejemplo, de actuar sobre los elementos que provocan una enfermedad. Pero es lo más complejo. Por ello, lo más común es trabajar bajo la idea de que no por previsible un riesgo es evitable y, por tanto, valorar cuánto daño nos provocarán los riesgos al activarse. De ahí que la seguridad preventiva y la reactiva sean las más utilizadas. La primera se antepone a la actividad del agente amenazante y establece barreras para que el impacto sea lo menos nocivo posible. Como el cinturón de seguridad. La seguridad reactiva, en cambio, se ejecuta una vez que la amenaza nos ha golpeado y nos genera daños; es el extintor ante el fuego. La seguridad proactiva tiene la ventaja de que impide que nuestra cotidianidad se quiebre; la preventiva y la reactiva no lo logran y nos sitúa ante un reto no menor: la vuelta a la normalidad, la resiliencia. La recuperación de la confianza, el no dejarse atenazar por los miedos, el vencer todos los recelos; o sea, ser capaz de volver a esa actividad bajo la que un riesgo se activó y nos causó daños. Los atentados terroristas son inmunes a la seguridad proactiva y saltan las barreras de prevención; por tanto, causan daño y reaccionamos. Pero anhelan dos terrores: el inmediato y el mediato. La primera batalla siempre la tienen ganada. Buscaban el terror y el caos en las ciudades, que se hable de ellos, de la amenaza que suponen. Lo han logrado. La derrota más grave es la que pretenden en el medio plazo. Buscan contagiarnos de su odio, inocularnos el miedo y mediatizar nuestras rutinas. Toca negarse y ser resilientes. Ni odios, ni miedos. Es doloroso recuperar la normalidad, pero es imprescindible para que los terroristas no se salgan con la suya. Las sociedades maduras se fortalecen con la adversidad y la nuestra lo es. H *Catedrático