La presión sobre urgencias que sufrieron los centros hospitalarios aragoneses ha supuesto el aplazamiento de 340 operaciones programadas, un 18% más que en el ejercicio anterior. La decisión permite liberar camas para atender los ingresos que se generan, pero es una medida absolutamente coyuntural. Su resolución, sin embargo, necesitaría de actuaciones planificadas que limitaran las afecciones que se generan año tras año. Y no solo para que los afectados por los aplazamientos sean operados cuanto antes, sino para que las circunstancias que provocan esas medidas no perturben la planificación a futuro. Si no, el problema se traslada a la próxima saturación de urgencias. Y vuelta a empezar.