Recorro las calles de mi ciudad, paseando como siempre me ha gustado hacer, y no dejo de hablar con mis vecinos y vecinas. Rosario me cuenta que a su hijo Paco lo han contratado, que solo son tres meses, en una empresa en Plaza, pero que menos es nada. Le sonrío, le digo: ánimo, y me quedo pensando en Paco, a quien conozco de siempre aunque es más joven que yo, mecánico, que tuvo que cerrar el taller y ahora se engancha a lo que puede para sacar adelante a sus tres hijos. Angelines está desesperada con la huelga del autobús: "Algo tendréis que hacer --me dice resignada-- es tremendo el rato de espera, y sin llegar puntual a trabajar". Le explico que esta es la realidad que tenemos: un conflicto laboral entre empresa y trabajadores, enquistado desde hace años, sin poderlo solucionar desde el ayuntamiento, más que poniendo dinero de todos. Le cuento que me he implicado, como alcalde, con las dos partes, que les he hablado a los trabajadores, que me he sentado con la empresa. Le hablo a Angelines de Teresa Artigas, la concejala de Movilidad que se está dejando la piel para que se solucione el conflicto y, a la conversación, se suman tres vecinos más del barrio, que cada mañana me ven tomando un café.

El conflicto del autobús me quita el sueño y es, sin duda, la prueba más dura que me ha tocado vivir en estos seis meses como alcalde. Tomarle el pulso a la calle, hablar con la gente, y escuchar los problemas y la realidad que viven mis vecinos y vecinas, es lo que hago cada mañana, cuando acudo al despacho del ayuntamiento. En estos seis meses hemos aprendido mucho. Pasado el primer golpe de efecto al descubrir la realidad de una administración al borde del colapso financiero, el equipo de Zaragoza en Común nos pusimos a trabajar en la emergencia social como primer objetivo, solucionando los problemas de vivienda y evitando los desahucios. Encontramos fórmulas financieras para pagar condenas por sentencias judiciales acumuladas, que empezaron a llegar. Agilizamos la obra de la tubería de La Almozara para no perder fondos europeos y garantizar un abastecimiento de calidad. Suprimimos gastos sin sentido en coches oficiales, plazas de aparcamientos viajes, comidas, etc. Y hace unas semanas hemos conseguido que se celebraran unas elecciones a alcaldes y vocales de los barrios rurales mucho más democráticas y, en consecuencia, más participativas.

CREEMOS EN LA GENTE, trabajamos para nuestros vecinos y estamos implantando nuevas formas de gobernar. Soy consciente que no está siendo nada fácil, tampoco lo tienen mejor compañeros y compañeras de A Coruña, Santiago de Compostela, Madrid, Barcelona o Cádiz, las ciudades del cambio. Todas ellas hemos establecido un vínculo, hemos creado redes de trabajo con nuevas herramientas para conseguir, realmente, acabar con las oligarquías, que han dominado la vieja política, favoreciendo, entre otras cosas, la corrupción que ha traído desigualdad y pobreza a tantos y tantos ciudadanos. Este proceso de cambio y transformación de la sociedad, ya no hay manera de pararlo. Sí se puede hacer. Se puede hacer con ilusión, con energía, unidos y con la fuerza que nos dan, cada día, la mayoría de los ciudadanos. No vamos a aplicar políticas que han jugado con la especulación del suelo, ni vamos a apostar por proyectos que solo generan riqueza a unos pocos. Gobernamos para la mayoría. Escuchamos sus demandas y sus propuestas, acudiendo todos los meses a los barrios, a dar cuenta de nuestra gestión. Así vamos a seguir, que nadie lo dude. Vamos a tener unos presupuestos este 2016. Serán restringidos, constreñidos por las enormes deudas que existen, pero centrados en las personas, en acabar con la desigualdad, en garantizar el acceso a la vivienda para cualquier vecino o vecina y en potenciar la cultura participativa, como modelo de crecimiento democrático. Me he reunido varias veces con los portavoces de la oposición en el ayuntamiento. Les he explicado a todos que hay que pactar unos mínimos objetivos, para dar calidad de vida a las personas. Les he pedido ayuda para ir de la mano, al Gobierno de Aragón, a exigir con contundencia lo que la ciudad merece: más dinero para atender a los vecinos, como tienen todas las grandes ciudades de España a través de una ley de Capitalidad, el pago de las deudas, y renunciar al cobro de un nuevo impuesto, el ICA (Impuesto de Contaminación de las Aguas) que triplicaría el precio del agua a todos los zaragozanos, cuando ya pagamos nuestro saneamiento. Ojalá consigamos un gran acuerdo entre todos.

Estoy ilusionado y muy agradecido a todos mis vecinos y vecinas por la confianza que depositan en este gobierno. Pienso en Paco, en Angelines, en Rosario. Pienso en Verónica, Marta y Marcelo, los tres son jóvenes formados en nuestra universidad que han encontrado trabajo en ciudades europeas, y me gustaría que pudieran volver a casa. Y pienso en Abdul, Zamir, Zulema o Saira, refugiados que están esperando llegar a nuestro país. En Zaragoza tenemos todo preparado para que encuentran parte de la vida que les han robado. Que su espera no se demore más, eso es lo que deseo.

Alcalde de Zaragoza