Parece que tras cada una de las citas electorales que faltan los partidos van a necesitar, como nunca, una amplia perspectiva, aparte de que unos quieran explorar fórmulas mágicas y otros se vean obligados a tomar la píldora del día después. La gobernabilidad en un panorama tan abierto como el actual va a exigir que se pongan a trabajar nuevos músculos democráticos. La tónica de mayorías absolutas, o relativas apoyadas en nacionalismos pagados con ampliación de competencias (hasta que ya no hay más), o los repartos clientelares clásicos parece que han llegado a su final. También la estabilidad como pretexto plano se ha vuelto un concepto retorcido y pérfido que ya no asusta.

El PSOE ha ganado con holgura en Andalucía. Pero la ley D'Hont reparte escaños mientras esconde datos y matices que en otro lugar pueden jugar en contra: con el 35,43% de los votos (120.000 menos que en el 2012) ha obtenido el 43,2% de los diputados (los dos últimos por apenas 2.000 papeletas). Susana Díaz está decidida a gobernar en minoría en una comunidad en la que no ha mandado otro partido, y en la que, según informes de la Cámara de Cuentas y grupos de la oposición, habría que dar por hecho una Administración paralela en la que trabajarían entre 20.000 y 25.000 personas.

Las alianzas parciales en un año plurielectoral pueden ser especialmente perjudiciales para socios secundarios. Ciudadanos ha explicitado su precio aquí: la salida de Griñán y Chaves. Y una de sus voces, Inés Arrimadas, ha dado por finiquitados los pactos basados en el prorrateo de cargos, algo en lo que, por cierto, en Aragón somos expertos. En ese sentido, quizá no toda la culpa del batacazo de IU en las urnas andaluzas sea achacable a Podemos. García Montero ha tomado nota y ha propuesto para Madrid un Consejo Cívico que vigile sus propios compromisos.

En España se palpa una repolitización que diversifica el voto y que exige contundencia con las urgencias sociales. El tópico de no haber sabido comunicar logros e intenciones no parece ya excusa para los partidos que quieran tocar poder. Es tiempo de hilar fino y atar grueso. La democracia se juega ahora a ras de suelo.

*Periodista