A puntito de dar por concluida la orgía electoral de los últimos días, poca cosa nos queda por experimentar. Hacer balance, si cabe, y ensoñación con los momentos más excitantes de la jornada, pocos o ninguno. Se han impuesto la mascarada, el exhibicionismo grosero y una práctica más que deficiente del Kamasutra político, tanto por los partidos más experimentados (esos que se autoproclaman gurús del Amor) como por los amantes noveles que alardean de ser expertos en las artes amatorias. Con semejante panorama, no extraña que Aragón se erija como la comunidad con mayor porcentaje de indecisos en esa fiesta del amor del domingo en la que toca elegir pareja-amante-compañero. Tremenda encrucijada. De un lado, partidos como el de Rajoy-Rudi, y otros de parecido rango y edad, intentado subyugarnos con el argumento de que no "son una moda" ni "salida de una tertulia". Son la relación estable y segura, la de las flores, las palabras bonitas, una pizca forzada de amor y cero pasión. Del otro, Podemos (con Iglesias y Echenique como amantes bandidos) o Ciudadanos (con Rivera, galán conquistador reclamo de un séquito mal dotado), que se erigen en revulsivos de la depresión y la crisis en la que nos han sumido aquellos que hoy regentan nuestras vidas. En esa guerra perpetua entre familias, algunos corazones nobles, capaces de dárnoslo todo. ¿Cómo reconocer a su alma gemela? Conecten razón y corazón, y hallarán la respuesta, pero no dejen de vivir la aventura política.