Hace falta que un hecho se convierta en historia, o sea, que el tiempo ponga distancia, para poder juzgarlo en su justa medida. Pero hoy, lo que se nos está transmitiendo del día a día de la política española es un cúmulo de egos desatados, irresponsabilidades manifiestas, chulería desbordante y postureo, mucho postureo. Todo esto es fruto de esa necesidad de inmediatez que marca la vida política (la vida, en general) que nos hace querer saber al instante si hay novedades, si eso que dijo no sé quién hay que interpretarlo del derecho o del revés. Es paradójico que esto lo diga yo, que escribo en un medio de comunicación, pero creo de verdad que tenemos demasiados canales de información, la mayoría muy poco serios, pero que hay que alimentar como si fueran una bestia siempre hambrienta. Piensen en esos días de vacaciones en los que han desconectado de todo (los que hayan tenido esa suerte). Piensen en que solo han colgado en sus redes sociales fotos de los platos que han comido, de sus pies en la arena o de puestas de sol. Y ahora piensen: ¿cómo estaba este país cuando se fueron de vacaciones? Sin Gobierno. ¿Cómo está ahora que han vuelto? Sin Gobierno. ¿Ha pasado algo por no saber hasta el último detalle de política durante quince días? ¿Por no opinar en foros, retuitear, colgar comentarios en facebook? Nooo. Pues eso. Relajémonos, hagamos un Rajoy; relativicemos, hagamos un Pablo Iglesias. Formar un nuevo gobierno lleva su tiempo, hay mucho que negociar y las prisas son malas consejeras. Periodista