Las elecciones municipales --y autonómicas-- se prestan a lecturas muy variadas según dónde se ponga el foco del análisis. A diferencia de unas generales, es más fácil sacar pecho u ocultar fracasos. Sin embargo, leídos en su conjunto, estos resultados suelen anticipar las tendencias de los siguientes comicios generales, que en este caso Mariano Rajoy convocará probablemente el próximo invierno. Desde este punto de vista, hay cosas poco discutibles. El PP, pese a ganar por los pelos en el cómputo general, ha experimentado una estrepitosa caída, con la pérdida de 2,5 millones de votos y un reguero de mayorías absolutas que deja capitales y autonomías a manos de pactos alternativos. De la concentración de poder más grande de la democracia que logró en el 2011, el PP pasará en tres semanas a la situación más precaria. Mal augurio para las expectativas de Rajoy cara a revalidar mandato. Al presidente no le queda otra que reformular el mensaje y no fiarlo todo a la macroeconomía, amén de intentar taponar la sangría que suponen los casos de corrupción. La caída del PP ha provocado un efecto balsámico sobre el PSOE. Aún perdiendo 763.000 votos, la foto del 24-M hace que la diferencia entre los dos grandes pase de 10 puntos a algo menos de dos, que Pedro Sánchez pueda exhibir su condición de alternativa y que afiance su posición como líder en detrimento de una atribulada Susana Díaz. El PSOE se ha visto reforzado también al despejarse otra incógnita. Los dos partidos emergentes --o candidaturas afines-- han irrumpido con fuerza, pero lejos de su aspiración de jubilar el bipartidismo. PP y PSOE gozan de una mala salud de hierro y logran sumar juntos el 52% de los sufragios. En la foto general, baste recordar que Ciudadanos, tercera fuerza, ha cosechado el 6,55% de los votos, prácticamente lo que solía conseguir IU. Podemos, que renunció a presentarse como tal en las municipales, ha logrado también unos buenos resultados. A diferencia de los de Albert Rivera puede forjar mayorías clave pero lejos de superar al PSOE y de convertirse en alternativa para España. El mapa español, pues, ha sufrido una fuerte sacudida --Madrid, Valencia y Barcelona son fiel reflejo-- pero la estructura bipartidista aún se niega a caer. Mientras no llega la cita de invierno, a Podemos y C's les llega la hora más prosaica de definirse y abandonar el cómodo inmovilismo que están exhibiendo en Andalucía.