Grupos de jóvenes norteamericanos uno se los encuentra en cualquier parte del mundo, pero si pretende confraternizar con un colectivo de ellos sin salir de Zaragoza, entonces deberá cruzar las puertas de la School Year Abroad.

En el mismo centro de la capital aragonesa, dicho centro ofrece sus servicios como escuela de español e instituto de bachillerato para estudiantes estadounidenses interesados en aprender castellano con vistas a especialidades universitarias o empleos en países y mercados latinos.

Los alumnos del curso superior de la School han trabajado como lectura de curso mi nueva novela, Pálido monstruo. Este título me está proporcionando enormes alegrías, no siendo la menor que lleve despachadas diez mil unidades en tres meses. Lo cual, en el desierto actual, parece el milagro de los panes y los libros.

La trama de Pálido monstruo está íntegramente ambientada en una Zaragoza realista, y por eso, porque los jóvenes norteamericanos viven y estudian en la Zaragoza real, paso con ellos una tarde muy interesante analizando esos personajes nuestros, unos representativos, otros alunados por el cierzo, y destripando el escenario urbano que ellos van reconociendo a medida que emergen de las páginas de la novela los Juzgados y la Audiencia con sus gigantes de piedra, el Plata, el Actur, los Helados Italianos, El Cachirulo, los travestis de la plaza del Carbón, los abogados y políticos zaragozanos, las calles del Casco Viejo con sus claroscuros, su encanto, su miseria y su magia.

Yo no quería que mi Zaragoza literaria fuese esa ciudad triste, acomplejada y gris, costumbrista y baturra que tanto cenizo como en ella vive se empeña en conservar, sino un escenario renovado para una trama psicológica, para una intriga narrada en clave de novela moderna.

A los alumnos de la School Year Abroad parece que les interesa el planteamiento y lo dejo ahí, invitándoles acto continuo a participar, de modo que la tertulia derive hacia su propia percepción de Zaragoza y del resto del país.

Una España que ellos/as observan con los ojos de la juventud y con ese entusiasmo engastado en el anillo del ser americano como piedra filosofal, y una Zaragoza a la que tal vez volverán para trabajar o para ofrecernos trabajo.

Nada que ver con aquella Nancy de Sender que vino a hacer su tesis a un país berlangiano.