El Consell de l´Audiovisual de Catalunya (CAC) ha pedido al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio la retirada del programa Sálvame de Telecinco del horario infantil. Esa es la denuncia. Como en España carecemos de un Consejo Audiovisual este tipo de denuncias hay que remitirlas al ministerio. En 1997 el Senado aprobó crear este instituto que sirviera para regular las emisiones de nuestros canales. Hasta hoy. Comprenderán que las empresas de televisión no tienen ningunas ganas de que nadie les espíe y les indique lo que tienen y no tienen que hacer, lo que casa muy bien con la libertad de expresión. Pero hasta los más estúpidos sabemos que las libertades terminan allá donde comienzan las del vecino, es decir, si usted tiene un nene o nena de ocho años y lo deja merendando delante de la pantalla a las cinco de la tarde, corre el peligro de que el nene se inyecte basura en vena. Si conecta con la pandilla de Belén Esteban puede que asista a un curso acelerado de la vida en estado puro. Son cosas que pueden esperar para ser aprendidas.

Lo raro es que nadie hasta ahora haya denunciado este comportamiento. Han sido dos personas en Cataluña y pare usted de contar. Sálvame es droga dura. Tanto que Berlusconi dijo que a sus hijos no les dejaba ver su televisión. Por eso me extraña, como comenté ayer, que el diputado socialista Jaume Collboni se prendiera del realizador del programa, Óscar Cornejo. ¿No son mundos diferentes? ¿Qué hará ahora el socialista, cerrarle el programa a su marido? ¿Ver Sálvame con las narices tapadas?