El terrible terremoto que ha devastado una parte de Nepal me ha hecho aceptar una evidencia: la Tierra está viva. Los habitantes de este planeta tenemos muy arraigada la creencia en la solidez de la Tierra y algunas expresiones populares lo acreditan, como "tener los pies en el suelo". De la misma manera que otros "viven en las nubes". He consultado el diccionario y me he encontrado con unas palabras de significados diversos con una similar grafía inicial. Terror y terrible son ideas que ligan perfectamente con terremoto.

La Tierra es terrible, pues, cuando menos nos lo esperamos. Porque hay dos Tierras, si lo puedo decir así, la visible y la oculta. La Tierra que podemos explorar y la que no podemos dominar. La Tierra donde vivimos es agradable mirarla, es la de los paisajes, la que sostiene casas, la que se ofrece para que la trabajemos, para que plantemos flores y frutales.

VIVIMOS de la Tierra, porque entre todo lo que ha inventado el hombre están los alimentos. No sé qué pasará en un futuro impensable, pero no podemos imaginar que obtengamos los necesarios alimentos de la explotación de los metales o de las rocas. ¿Acabaríamos comiéndonos el planeta?

Ahora tenemos dos tierras. La que se deja explotar, la que sembramos, la que es benévola. Y la profunda, subterránea, la que tiene vida propia y a la que no podemos llegar, aunque Julio Verne escribiera Viaje al centro de la Tierra.

Pronto estaremos en verano y podremos tener en las manos un poco de arena, que es el nombre que damos a los granitos amables de las rocas. Pero tierra adentro, muy adentro, la Tierra tiene un corazón que late a más de 4.000 grados de temperatura. Y de vez en cuando alguna de sus fuerzas quiere cambiar de posición. Los expertos hablan de placas tectónicas que se desplazan. Y una parte del mundo se convierte entonces en escombros.

De la Tierra solo hemos domesticado una piel muy frágil.

Escritor