Ser comisario censor es una de las tareas más desagradables. Se trata de cortar aquello que puede dejar en mal lugar al señorito que te paga un buen jornal. Para ser censor hay que conocer los entresijos de lo que quieres censurar, por lo que puedes contaminarte con la supuesta verdad. Sabes que en esa manifestación hay cincuenta mil personas, pero conviene al partido quitarle un cero a esa cifra. Y quedarte tan ancho. Si tu sensibilidad es humana, puedes acabar tocado del alma. Regresas a casa al final de la jornada sabiendo que has vuelto a desnudar la verdad, para servir al partido.

TVE ha caído en picado. Esos comisarios son los encargados de buscar mil excusas. Las suelen encontrar. TVE ha caído después de años de gozar del aplauso del espectador que reconocía en sus informativos cierta semejanza con la realidad. Por sus mesas pasaban todas las voces. Ahora han disminuido muchos acentos, colapsada su opinión de tendencias gritonas. Lo entiendo: hay que rebajar la tensión de la calle, desprestigiar a los que se manifiestan y ridiculizar las cifras de rebeldes. Un ejemplo: en un barullo, un joven con greñas siempre es peligroso. Está justificado atizarle. A lo mejor ese chico viene de atender a un matrimonio de ancianos desvalido. Por el contrario un señor con maletín de cuero, es respetable. A lo mejor viene de desfalcar un banco entero; pero los polis lo dejan pasar con reverencia incluida. Muchos espectadores ya saben que existe La Sexta donde dan en directo las manis. TVE ha perdido todo crédito. Yo ya no la veo.