Reflexiona Seth Godin en su best seller La vaca púrpura sobre la importancia de la diferenciación y el posicionamiento para promocionar cualquier producto en una sociedad saturada. Esta máxima también ha marcado el lanzamiento de partidos políticos como Podemos, que precisamente ha elegido este color corporativo, o UPD, de magenta. Más allá de la elección de unos colores llamativos, ambas formaciones se definen por su diferenciación del resto y por cuestionar premisas casi dogmáticas, como la división entre izquierdas y derechas. Pero al igual que sucede con el resto de mercados, una cosa es la imagen que se vende de un producto y otra su naturaleza, las cuales, si no se compenetran, pueden terminar arruinando una a la otra. Así, el pasado de Rosa Díez, al abrigo de la política tradicional, ha impedido que su discurso rompedor haya calado en la ciudadanía como lo ha hecho el de Podemos, mientras que en este último caso puede ser su futuro, que empieza a proyectarse más comedido de lo que dejaba entrever su campaña, el que ahogue sus aspiraciones. Y el resto de partidos también se ha sumado a esta moda. Así, el recambio de IU, Alberto Garzón, ha apostado por la equidistancia entre la vieja y la nueva política, mientras que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, está consiguiendo distinguirse de su vieja guardia gracias a la crítica interna en su partido y, sobre todo, a las comparaciones con Rubalcaba por parte de Rajoy. El PP, por cierto, también intenta subirse a este carro con medidas como la ley de transparencia o el acuerdo para parados de larga duración, aunque en su caso, con tanta corrupción y recortes de servicios y libertades, la vaca está más amarilla que otra cosa.

Periodista y profesor