Los peques viven las fiestas navideñas con alegría, como antaño. Pero si entonces, la bendición consistía en librarse por unos días del colegio, ahora reside precisamente en acudir a los centros escolares; eso sí, con un horario flexible y sin las obligaciones habituales. Estas navidades, 27 colegios de Zaragoza han abierto sus puertas, no para estudiar, sino para brindar a los alumnos recreo permanente.

Juegos, canciones y entretenimientos bien estructurados, bajo la dirección de un profesorado preocupado por estimular factores como la creatividad o la socialización, son los ingredientes esenciales que permiten aprender jugando: un concepto subrayado cada día con mayor énfasis por la moderna pedagogía y refrendado por múltiples estudios, cuyas conclusiones resaltan la importancia del juego y de la convivencia. Hay también colegios que abren sus puertas para los alumnos vulnerables, aquellos que precisan una atención especial y caminan por la existencia con carencias. Son quienes más necesitan habilidades y recursos que les permitan enfrentarse a una sociedad competitiva, sin espacio para los diferentes.

La labor que realizan estos centros es encomiable, tanto más en cuanto los padres se ven abrumados por la necesidad de dedicar gran parte de su tiempo a las obligaciones laborales y, aún más, como consecuencia de la masiva incorporación de la mujer a la vida profesional, con el sacrificio que ello supone para sus responsabilidades maternales. Todavía estamos muy lejos de una auténtica conciliación de la vida familiar con los imperativos laborales y casi siempre es la mujer la que ha de sacrificarse doblemente para sacar adelante la más importante empresa humana, la de su familia. Y ello sin vacaciones y con un mínimo reconocimiento social.

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