El partido en El Alcoraz dejó muy mal parado al Zaragoza, pero sobre todo a Lluís Carreras, cuya figura perdió crédito en el zaragocismo y aumentó las dudas que en el club hay con respecto al técnico catalán, dudas, eso sí, que se han ido generando a lo largo de estos casi seis meses, desde que arribó a finales de diciembre. Se puede decir que Carreras se tambalea. Ahora, el único sostén en la entidad del entrenador, al que se le contrató hasta junio del 2017, es Narcís Juliá, pero no es decir poco porque el actual consejo tiene muy clara su apuesta en el máximo responsable deportivo, con autonomía en sus decisiones. Por el momento es así, mucho más cuando quedan dos jornadas para el final y cualquier cambio de timón se descarta casi por sí mismo. Además, tampoco se intuye un escenario de fricción en el futuro por el propio carácter del director deportivo, hombre de consenso y conciliador, además de tener crédito en el zaragocismo.

Carreras fue una apuesta de Juliá después de que se cayera la opción de Fernando Vázquez, pactada de antemano antes del despido de Ranko Popovic, y que tampoco cuajarán otras, sobre todo la de Juan Ignacio Martínez. Y el componente económico, el de dar el a una oferta baja que otros no aceptaron, fue la clave. En ese escenario de diciembre tras la derrota en Tarragona, desde la entidad se juzgaba más necesario el final de la etapa de Martín González como director deportivo que el de Popovic en el banquillo, pero se optó por el cambio en los dos mandos.

Carreras, de personalidad fría, que marca distancias con los estamentos del club igual que lo hace con la prensa, es radicalmente opuesto en su manera de comportarse que Popovic, mucho más cercano. No está escrito que una cosa sea mejor que otra para dirigir a un equipo, pero lo cierto es que comportamientos desafiantes como el de la rueda de prensa en Huesca no gustan en el club, como tampoco gustó el jueves el discurso de estar contento con todo lo que había hecho el equipo, que dejó en la segunda parte una clara demostración de faltarle alma y espíritu competitivo, como en otros partidos, algo que sí preocupa, y mucho, en las oficinas de la entidad zaragocista.

Porque, al final, por encima del carácter y la afinidad personal, que puede sumar pero no es vital, los méritos del técnico son los que se ven sobre el césped. Y ahí anda muy justito. El Huesca empató con diez y el entrenador, que en otros partidos sí exhibió cintura y recursos tácticos, se vio superado. Carreras recogió un Zaragoza fuera del playoff y ahora, a dos jornadas para el final y tras una revolución en enero de seis fichajes y tres bajas, lo tiene sexto, sin posibilidades de ascenso directo y con la opción de amarrar la promoción. Al Zaragoza, en estos meses, no le ha sobrado nada, salvo algún buen partido esporádico --Córdoba, Leganés o Alcorcón-- y se ha caído, también por algún fallo arbitral grave, como en Ponferrada, Soria o ante el Nástic, en el momento decisivo, cuando tenía el ascenso directo a tiro en una Segunda igualada y mediocre, un gran escenario para subir. Mucho mejor que el que se dibuja la próxima temporada, con muchas más dificultades económicas y enemigos más poderosos.

Los déficits

No ha logrado el técnico catalán darle regularidad a su Zaragoza, como tampoco lo logró Popovic, y la sensación de falta de ambición, de grupo alicaído y que tropieza cuando llega la hora de la verdad es clara. Está Carreras a seis partidos --dos de Liga y cuatro de promoción-- de arreglar eso y firmar el ascenso a Primera. Se diría que solo en ese escenario tendría posibilidades de cumplir contrato. "Si subimos a Primera, sigue y si se juega el playoff, también. Lo único que hay es que, si no llega al playoff, tenemos la opción de que no lo haga, aunque podría también hacerlo", decía Juliá en marzo. Parece que ni con playoff...