Más de diez años, desde la final de Copa perdida ante el Espanyol en el Bernabéu el 12 de abril del 2006, había pasado el zaragocismo sin verlos juntos en un partido oficial. Hasta ayer. Zapater y Cani. Cani y Zapater. Ambos, mucho tiempo después de su adiós, el de Torrero en el 2006 y tres años después el ejeano, han regresado para enarbolar la bandera de la ilusión de una grada que cree en ellos y que se siente en un feliz viaje al pasado, con dos de sus ídolos de nuevo formando con la elástica blanquilla.

En ese viaje de la memoria, la afición se acordó de dos gritos de guerra, de consignas lanzadas cuando el Zaragoza vivía en la élite y hasta disputaba alguna final de Copa. Ahora el panorama es mucho más sombrío, ya se sabe. El "Zapater te quiero" atronó en la grada en la segunda parte, muestra de la devoción hacia todos los valores que enseña el centrocampista. Y, acto seguido, un "Cani selección" que evocó aquel 2006 cuando el de Torrero rozó ir al Mundial de Alemania tras una temporada magnífica, previa a su traspaso al Villarreal.

Zapater y Cani tienen al zaragocismo ganado, pero saben que no se vive del pasado. Por eso, la actuación de ambos en su regreso fue convincente, confirmando que han regresado a este Zaragoza para ser decisivos en el proyecto por devolver al equipo al sitio que merece. Zapa, con el mismo brazalete de capitán que dejó cuando se fue, tras lograr el retorno a Primera en la 08-09 y con una atronadora ovación cuando su nombre se escuchó ayer por megafonía, escribió un manual de despliegue y contención en la medular, sin ahorrarse ni un metro de esfuerzo. Es verdad que estuvo algo menos preciso con el balón, pero su trabajo de contención es vital en este Zaragoza.

Cani ofreció destellos de talento, imprimió velocidad y calidad al fútbol y anunció los bocetos de una sociedad que con Lanzarote se presume más que prolífica. Diez años, un regreso y una bandera tomada con fuerza. Ambos marcan el camino y La Romareda, está claro, les sigue.