Una exhaustiva exploración clínica, directa del médico, que aborde de forma minuciosa los detalles cotidianos del enfermo, una exploración neuropsicológica y dos pruebas de neuroimagen son suficientes para diagnosticar con fiabilidad una demencia de alzhéimer. Esos recursos están al alcance de la mayoría de hospitales, aseguran los neurólogos. La tomografía por emisión de positrones (PET), prueba costosa y ahora difícil de programar (a consecuencia de los recortes) determina finalmente la extensión de las placas de proteína beta-amiloide que acumula el cerebro del paciente de quien se sospecha sufre la demencia.