El Papa inauguró ayer el Sínodo Ordinario para la Familia con una misa en la basílica de San Pedro y, en su homilía, llamó a "buscar, acoger y acompañar" al ser humano actual "en un contexto social y matrimonial bastante difícil". Francisco se centró en tres aspectos: la soledad, el amor entre el hombre y la mujer y la familia. Habló de la soledad como "el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres", como a los ancianos, a las personas abandonadas por sus parejas, a los inmigrantes que huyen de la guerra o a los jóvenes "víctimas de la cultura del consumo".

En cuanto al amor entre hombre y mujer, aseguró que "nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, lo ame y que acabe con la soledad".

En este sentido lamentó la falta de seriedad a la hora de "llevar adelante una relación sólida y fecunda" y denunció que "el amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado".

Por último abordó la cuestión capital del Sínodo, la familia, y defendió la institución del matrimonio que, recalcó, "no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su criatura estará destinada a la soledad".

La Iglesia se prepara ahora para afrontar este Sínodo Ordinario sobre la familia, que llega un año después de otro de carácter extraordinario convocado por el Papa, lo que da muestra de la importancia que esta institución tiene para Jorge Mario Bergoglio.

HASTA EL 25 DE OCTUBRE

La XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos concluirá el 25 de octubre y, durante estas tres semanas, los 270 padres sinodales, entre cardenales, obispos, párrocos y religiosos, abordarán cuestiones que rodean al ámbito familiar.

También intervendrán 24 expertos, 51 auditores, 14 delegados fraternos (los de otras religiones) y 18 matrimonios y padres y madres de familia que expondrán sus experiencias cotidianas.

Como ya se reveló el pasado año, algunos de los temas que caldearán más el debate será la cuestión de la comunión a los divorciados vueltos a casar o el trato que la Iglesia debe dispensar a las personas homosexuales.