Unos presuntos doctores y enfermeras blandían enormes inyecciones y simulaban electrocutar a un dolorido paciente en la calle mientras gritaban que la homosexualidad no es una enfermedad que deba ser curada. No son habituales los alegatos públicos gais en China, pero la ocasión lo merecía. La escena ocurrió en Haidian (distrito del norte de Pekín) el pasado 31 de julio. Cerca de la representación, llevada a cabo por una docena de activistas de la asociación LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), un tribunal de justicia chino escuchaba por primera vez la denuncia contra una clínica que cura la homosexualidad.

Xiao Zhen, nombre ficticio, demandó a la clínica Xinyu Piaoxiang de Chongqing por el trauma que arrastra desde que recibió electrochoques, y a Baidu, el principal buscador chino de internet, por incluir la publicidad del centro. El proceso, cuya sentencia se conocerá en un mes, supone un paso decisivo en la defensa de los derechos de los gais en China. "No hay ninguna ley china aún que las declare ilegales a ese tipo de clínicas, pero deberían estar prohibidas porque atentan contra la ciencia y la ética", sostiene James Yang, del centro LGBT de Pekín, que recuerda que ya han sido vetadas en California y desaconsejadas por la ONU. En el escenario más optimista, una condena podría precipitar la prohibición centros similares del país.

FALSO MITO CIENTÍFICO Es dudoso, porque aún sobreviven de forma residual en sociedades más avanzadas como la estadounidense, británica o la de Singapur. En Occidente han sido desacreditadas por la comunidad científica y el pasado año el grupo más antiguo de Estados Unidos bajaba la persiana tras implorar perdón por el daño causado. En China, en cambio, aún disfrutan de cierta credibilidad en ámbitos tradicionales. Una búsqueda por internet permite descubrir clínicas que prometen tasas de curación del 70%.

El centro de Chongqing denunciado cobraba casi 4.000 euros por el tratamiento completo y aseguraba haber convertido en heterosexuales a una decena de gais en el 2010 y a otros siete en los primeros seis meses del 2012. "Ningún tipo de homosexualidad lo es en realidad. Es solo una forma equivocada de expresar la sexualidad. Los gais solo necesitan ser guiados", explica la clínica en su página web.

La asociación LGBT sostiene que no ha habido ni un solo caso exitoso, pero que los pacientes mienten para contentar a la familia o para acabar con un tratamiento doloroso. La homosexualidad en China tiene claroscuros. No está penalizada, a diferencia de lo que ocurre en otros países asiáticos. Abandonó el Código Penal en 1997 y la lista de enfermedades mentales en el 2001, pero persisten las alusiones discriminatorias en los libros de texto y en la sociedad. El primer deber que el confucianismo ordena a un vástago es la descendencia y la supervivencia del apellido.

La política del hijo único, que coloca todos los huevos en una sola cesta, puede convertir a un gay en una tragedia para algunas familias. El respeto reverencial a los padres empuja a muchos a esas clínicas. "Ni siquiera los padres se creen que sus hijos puedan ser curados, pero se engañan ante la desesperación. De todas formas, es una práctica muy minoritaria y localizada en ambientes rurales. Aquí, en Pekín, incluso ser gay es guay", señala Ma Lon, que organiza fiestas cuya recaudación va destinada a la asociación LGBT.

MOVIMIENTO VISIBLE La dimensión de China impide un estudio monolítico. El movimiento gay es cada vez más amplio y visible en Pekín, Shanghái o Guangzhou. En la capital hay varios locales gais y muchos más que celebran fiestas temáticas. En el ámbito público impera aún la política del no preguntes, no contestes. "Hay presentadores de televisión, políticos, cantantes, actores que son gais. Lo sabemos todos, pero no lo pueden confesar abiertamente porque dejarían de tener trabajo", añade Ma Lon. Destination, egregio bar de ambiente de la capital, muestra una fachada desnuda que contrasta con la orgía lumínica y decibélica de los locales de la acera opuesta. Shanghái acoge un festival de temática gay anual con películas y charlas, pero un desfile callejero se antoja aún quimérico.

La prensa ha dado tímidos pasos. El pasado año se publicaron las fotos de la entonces primera ministra islandesa, Johanna Sigurdardottir, con su esposa, en una recepción en Pekín con el exprimer ministro Wen Jiabao. La organización LGBT de Pekín opera como una oenegé (ofrecen charlas informativas en las universidades y a padres con hijos gais, ayuda psicológica, análisis gratuitos de VIH, entre otros), pero está registrada como una compañía de asesoramiento. El cuadro es más hostil en las zonas rurales, de donde muchos homosexuales huyen hacia las grandes ciudades.