La compra de Opel por parte de PSA ha hecho que la incertidumbre vuelva a deambular por la planta de Figueruelas, acostumbrada por otra parte a este tipo de situaciones. Como ya ocurrió en las etapas más convulsas (como la de Magna), la plantilla vuelve a agarrarse ahora a la elevada productividad de la factoría para mantener su fe en el futuro. Todos los trabajadores quieren creer las buenas intenciones de PSA, que ya dijo que las fábricas españolas jugarían «un papel relevante» en el grupo y cuyo presidente, Carlos Tavares, volvió a lanzar ayer un mensaje de tranquilidad, pero también saben que sus garantías se circunscriben al corto plazo y que lo que pueda pasar con el reparto de modelos más allá del 2019 es aún una incógnita.

«Como es lógico hay inquietud entre la plantilla, pero debemos confiar en que ser de las factorías más productivas del nuevo grupo sirva para algo», subrayaba ayer Rafael Gil poco antes de fichar en la puerta de entrada de la planta, donde trabaja desde hace 35 años. Marta también apostaba por la competividad de la fábrica y, aunque aseguraba sentir más «nerviosismo» que durante el proceso de Magna, confiaba en que la operación fuera positiva. «Ser un grupo más grande es bueno a la hora de comprar componentes y unificar plataformas también ahorra costes, aunque está claro que a largo plazo surgen más dudas», indicaba la trabajadora, una de las pocas mujeres que salieron ayer de Opel España. «Yo creo que si la han comprado es para intentar reflotar la compañía», añadía Bárbara Torres, que apenas lleva seis meses trabajando en la fábrica.

Diferentes puntos de vista

Su optimismo contrastaba con la opinión de Carlos, un empleado que veía el futuro «muy negro». «Más tarde o más temprano los despidos acabarán llegando», afirmaba.

Por norma general, los trabajadores de mayor edad parecían haber encajado con más serenidad la noticia, ya sea porque ven cerca la jubilación o porque están más bregados en este tipo de batallas. «Yo a la gente más joven la veo más inquieta, aunque es lógico porque, según dicen, los acuerdos a corto plazo se van a mantener», reconocía Luis Sáez, que tiene 27 años y lleva cinco trabajando en Figueruelas. «Yo aún espero jubilarme aquí», apuntaba a su lado Manuel Campos. Este zaragozano de 38 años -15 como empleado de Opel España- confiaba en el potencial de la factoría y en todo su tejido industrial. «Hay que tener en cuenta que aquí hay unas auxiliares muy productivas, no todas las fábricas tienen ese valor añadido», comentaba Campos poco después de salir del turno de mañana.

Cerca de él, Pedro aseguraba no tener miedo. «Soldados hacen falta en todas las guerras», señalaba este trabajador, que lamentaba la escasa información ofrecida hasta el momento. En este sentido, Alfredo Murcia reclamaba una actitud «algo más beligerante de los sindicatos».

En lo que coincidían muchos empleados era en la escasa «implicación» del Gobierno central en este asunto. «Alemania y Reino Unido salieron rápidamente a defender lo suyo y a nosotros casi ni se nos oyó», lamentaba Javier Caraballo, que lleva 27 años trabajando en Opel.

A este respecto, la Confederación de Cuadros y Profesionales (CCP) indicó en un comunicado que sigue a la espera de tener noticias del secretario de Estado de Empleo del ministerio, Juan Pablo Riesgo, a quien el sindicato le solicitó una entrevista el pasado día 24, sin que hasta la fecha haya obtenido respuesta.

Un precio asequible

El importe de la operación también sorprendió a algunos trabajadores. En su opinión, esos 2.200 millones de euros, más allá de que PSA asuma la importante deuda del grupo, no es una cifra disparatada. «Yo creo que GM tenía muchas ganas de quitarse de encima Opel después de las pérdidas que ha acumulado en los últimos años», comentaba Javier Fleta, que lleva 15 años como empleado de Figueruelas.

Con todo, y a pesar de la escasa información, había trabajadores que opinaban que no será necesario reorganizar las marcas en el futuro. «Pienso que cada una seguirá haciendo lo mismo, no tienen por qué solaparse los modelos», decía Fernando Ibáñez. Junto a él, Jesús Hernández resumía el sentir de gran parte de la plantilla: «A mí me da igual pertenecer a GM que a PSA; lo que quiero es que haya trabajo y que me paguen la nómina cada mes». Pues eso.