Habiba decidió quedarse. Llegó a Zaragoza en octubre o noviembre de 1992 --no recuerda la fecha exacta-- con 22 años como refugiada bosnia por el conflicto desatado los Balcanes. 23 años después, mira atónita las imágenes de los refugiados sirios en la frontera húngara.

"Verlo así como un corredor de compra y venta de niños es repugnante y hay que concienciar a la gente de que podría pasarnos a todos", incide. Habiba recuerda que su vida antes del conflicto de los Balcanes también era muy tranquila. "Pero un día llega la guerra y cambia tu vida".

Del momento de su llegada a Zaragoza recuerda "una gran emoción". El viaje en el autobús que la trasladó junto con varias decenas de refugiados del aeropuerto de Barajas a Zaragoza lo recuerda como "un paisaje hostil". Habiba rememora esas sensaciones encontradas. "Daba tristeza porque sabías que venías pero no tenías ni idea de cuánto tiempo tardarías en volver".

Aún así, el recibimiento de la sociedad zaragozana fue para ella "increíble". "Nunca en mi vida he vuelto a ver una agrupación tan grande de gente, con tanta solidaridad y ofreciéndonos todo su apoyo", recuerda, a pesar de que cuando llegó a España tuvo que pasar cinco días en el hospital y no entendía el idioma.

Ha seguido en contacto con la gente de Arapaz, que entonces era el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad. "Tengo una gratitud tremenda", insiste.

Habiba volvió a Bosnia pero no a quedarse. "Fui en 1995 en el primer avión que salió para allí y en el 2005 volví para hacer una casita en la que ahora viven mis padres", relata.

Pero uno de los procesos personales por los que pasó ella y por los que pasarán sin duda los miles de refugiados sirios que aguardan a las fronteras de Europa para una vida mejor, es que "el corazón se te parte en dos".

Tras pensar varias veces en la posibilidad de regresar o de mantener su nueva vida en Zaragoza, Habiba apostó por la capital maña, aunque sus hermanas y algunos de sus sobrinos que realizaron con ella aquel viaje en avión y después el trayecto por carretera hasta Zaragoza sí que volvieron a Bosnia.

"Decidí quedarme y quiero estar aquí, y además tengo a parte de mi familia en Calatayud, así que me gusta mantener mi historia aquí, aunque vuelva allí de vez en cuando", relata.

Recuerda que cuando vino ella tenía sus estudios terminados y que llegó con muchas ganas de trabajar, y de hecho lo hizo de la mano de Unicef. "Nos puede pasar a todos --reitera--, una guerra te rompe la vida y no lo podemos olvidar jamás".