«Si querías encontrar a Younes [Abouyaaqoub] o a su hermano [El Houssaine, muerto en Cambrils], solo tenías que pasarte por la pista de fútbol sala. Solo se quitaban la ropa de deporte para ir a currar o ponerse la túnica, en el Ramadán y sus celebraciones», describe uno de los vecinos del domicilio familiar, en Ripoll, del yihadista de 22 años que cometió el atentado de la Rambla. Younes y El Houssaine nacieron en Mrirt (Marruecos), como los hermanos Hychami, muertos en Cambrils.

Con redes metálicas en la portería, al estilo del Bronx, los chavales de la pista matizan la versión del vecino. «Ya no venían tanto. Últimamente se separaron del grupillo, tanto ellos como otros magrebís, algunos que no han salido en los medios. Ya solo saludaban, pero no era como antes», dice un joven dominicano. «Ha sido rápido. Desde la primavera que no actuaban como siempre, no venían a darle a la bola», aclara un chico de padres catalanes. Para otro habitual de los partidillos improvisados, el origen de «todo viene de los hermanos mayores, como Younes», que «cambiaron e hicieron cambiar a los más pequeños». «Housa [El Houssaine] fue el último en dejar de ser el de siempre», tercia un chaval con la camiseta del Madrid.

La cancha era, es, el centro neurálgico intercomunitario. «Mira ahora. Ahí están jugando chicos dominicanos, magrebís, españoles... Esto es como la ONU, pero en plan deportivo. Aquí todos éramos del equipo, uno más, vinieras de donde vinieras. Y ellos también. Eran parte del grupo hasta que hace pocos meses se fueron retirando. Younes, antes que los más pequeños», dice.

Otro vecino del barrio habla del autor de la matanza de la Rambla como «un tipo callado, tímido» y que no acostumbraba a ir acompañado por la calle. «Como mucho, con la madre, que tiene problemas para comunicarse porque apenas habla catalán ni castellano», explica. Eduard coincide y asegura que era habitual ver a Younes ayudando a personas mayores de la escalera a cargar la compra, «con una educación exquisita».

Afirma que coincidía con el yihadista en «la construcción», donde daba un rendimiento «excepcional». «Él y todos los chavales magrebís se integraban, almorzábamos juntos, bromeábamos. Solo Mohamed [Aallaa, detenido] era más especial, y por ejemplo no se sentaba en la mesa si había una mujer», detalla. Abajo, en la entrada de la portería de los Abouyaaqoub, una mujer con túnica apenas acierta a repetir que no entiende «qué les ha pasado para salirse del camino».