Tras más de dos años de reclusión, protegida su imagen en todos los traslados, los padres de Asunta Yong Fang, la niña asesinada en Santiago de Compostela, reaparecieron este miércoles casi irreconocibles, en la segunda jornada del juicio que se sigue contra ellos. En la primera fila del banquillo, una Rosario Porto vestida de luto, estaba visiblemente demacrada y mucho más delgada. No paró de moverse y sollozar en un presagio del calvario que pueden ser las jornadas de vista oral que se le avecinan. La mayor parte del tiempo lo pasó con la mirada hacia abajo, sin atreverse a mover los ojos hacia los nueve miembros del jurado popular que decidirán su destino.

Alfonso Basterra parecía, en cambio, sereno. Se ha dejado una escueta barba blanca y ganado volumen muscular, quizás a consecuencia de las horas pasadas en el gimnasio de la cárcel de Teixeira. Su mirada desafiante no descansó durante las casi seis horas que tuvieron que aguantar la exposición del fiscal y los abogados. Su situación procesal es mucho mejor que la de su esposa. Aunque ambos están acusados de planear conjuntamente el asesinato de la niña adoptada de 12 años, no hay pruebas que le sitúen en el hipotético escenario del crimen y tampoco ha incurrido en las contradicciones en las que incurrió su esposa. La primera batalla procesal la han perdido las defensas. Para seguir preservando su imagen, los acusados pidieron que la vista no pudiera ser retransmitida por los medios audiovisuales, que los periodistas solo pudieran tomar nota. El argumento era que el jurado podía sentirse influido por los comentarios que le llegaran, pero, tras una consulta al propio jurado, el presidente del tribunal, el magistrado Jorge Cid, fue tajante: mejor que les llegue una versión real del juicio que "una manipulada".

Durante el resto de la jornada, las partes esbozaron cuál será su estrategia procesal. Las defensas de los dos acusados intentarán desvirtuar las pruebas acumuladas durante la instrucción intentado convencer al jurado de que no son suficientes para un veredicto de culpabilidad. Conscientes de que las pruebas no les garantizan la sentencia condenatoria, la fiscalía y la acusación particular intentarán derribar a partir de hoy el muro de silencio y coartadas levantado por los acusados. Ambos serán interrogados durante dos mañanas completas, aunque las mayores esperanzas se centran en obtener nuevas contradicciones de Rosario Porto, aparentemente el eslabón más débil de la pareja.