El pasado 5 de febrero, Carlos Forcadell, historiador y catedrático de la Universidad de Zaragoza, fue nombrado cronista oficial de Zaragoza, cargo en el que sucede a Antonio Beltrán.

--¿Qué significa ser cronista de Zaragoza?-- Es un cargo honorífico, tradicional y vitalicio que no siempre ha existido y que fue recuperado por la corporación de Luisa Fernanda Rudi. Para mí es un honor el nombramiento, como ciudadano y como profesional. Además hay que tener en cuenta que la normativa del Ayuntamiento de Zaragoza exige que la propuesta sea aprobada por unanimidad de todas las fuerzas políticas

--Tendrá ilustres antecesores.--En el siglo XX, el primer cronista fue Tomás Ximénez de Embún, entre 1915 y 1924, que era director del Archivo Municipal. De 1924 a 1928 no hubo cronista, pero ese último año se eligió a otro director del Archivo Municipal, Manuel Abizanda y Broto. En el último medio siglo solo ha habido dos cronistas: entre 1954 y 1982 estuvo José Blasco Ijazo, que era funcionario municipal de Hacienda, y entre 1998 y el 2006, año de su muerte, Antonio Beltrán.

--¿Cómo enfocará su trabajo?--Parto de que el cronista es una figura que es a la vez tradicional, venerable y vetusta. Su existencia tenía sentido hace cien años, cuando la ciudad era gobernada por un grupo de familias patricias y se elegía para el cargo a un miembro de las élites. Por eso pienso que hay que adaptar la figura a los tiempos actuales.

--¿En qué sentido?--Hoy no es como hace un siglo, en que una persona monopolizaba el derecho a contar la historia de la ciudad. Vivimos en la era de internet, en una época en que abundan los medios de comunicación y además las instituciones poseen institutos de análisis en todas las ramas. De ahí que me esté planteando cómo enfocar este cometido. No puedo pretender cumplir unas funciones que ya cumplen otros organismos.

--¿Y ya tiene una idea clara de cómo va a ejercer el cargo?--Desde mi nombramiento ya me he entrevistado con el alcalde y estoy pendiente de hacerlo con responsables de Cultura. En mi opinión, el concepto de cronista es antiguo, medieval, por lo que me parece que mi papel ha de ser más el de historiador urbano que trata de sensibilizar a los ciudadanos sobre la evolución de la ciudad, del trasfondo histórico que hay tras los acontecimientos actuales.

--Usted se propone contar el devenir de la ciudad desde una perspectiva acorde con los tiempos.--Me gustaría ser historiador de la ciudad. Es decir, procurar que los ciudadanos sean conscientes de la historia del lugar en el que viven. Mi función no puede ser contar que el Zaragoza asciende a primera división, sino centrarme en lo que es esencial para la ciudad, ver lo que pasa con perspectiva de historiador. Por ejemplo, una crónica del 2008 tiene que reflejar la profunda transformación que han experimentado las comunicaciones en Zaragoza.

--¿Sabe ya qué forma revestirán sus aportaciones?--Una posibilidad es evaluar la ciudad periódicamente, consultando a profesionales. Estoy pensando en un arquitecto, un demógrafo, un sociólogo, un urbanista y hasta un fotógrafo. Mi función sería coordinarlos y dar forma a las conclusiones.

--Cuando escriba sus crónicas, ¿dedicará espacio a polémicas como la compra de muebles para el Seminario?--No, porque creo que el cronista no debe contar lo que pasa, que para eso están los periodistas. Mi papel ha de ser el de transmitir sensibilidad histórica a los ciudadanos, explicar periódicamente los cambios trascendentes y enlazar por el pasado. Pero yo no debo entrometerme en un asunto del día a día.

--¿Será la imparcialidad el principio rector de su cometido?--Es un objetivo que te propones, pero uno siempre introduce sus perspectivas y sus puntos de vista. No me convence la imparcialidad que obliga a no decir lo que pienso. Ahora bien, sí tengo que hacer un esfuerzo para recoger y comprender todas las posiciones.

--¿Considera que la crisis económica es histórica?--Claro que lo es. Hay indicadores que la sitúan al mismo nivel que el crack de 1929. Ahora bien, lo que no sabe nadie, ni los economistas, si lo que vendrá ahora será una larga y profunda depresión, como entonces, o si se podrá controlar con los mecanismos de que se dispone en la actualidad.

--¿Qué opina como historiador de la ley de memoria histórica?--Su nombre real es ley de reconocimiento y ampliación de los derechos de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. Lo positivo de esta normativa es que repara el olvido de quienes fueron perseguidos y también permite desenterrar a víctimas que nunca habían recibido una sepultura digna. Pero no se puede pretender sustituir la memoria de los vencedores por la de los vencidos. La historia es una cosa distinta de la memoria y debe entender las razones de unos y otros. Las memorias son diversas por naturaleza y una sociedad democrática tiene que garantizar su pluralidad.