Los solares sin construir en el barrio de Arcosur, que son la mayoría, parecen cráteres tras una batalla. Se excavaron en su día para comenzar la promoción inmobiliaria y se quedaron mostrando el vacío a la espera de tiempos mejores. Con la puesta en marcha de unos pocos desarrollos en la zona más cercana a Valdespartera la posibilidad de que el distrito crezca y se desarrolle parece más cercana, una esperanza a la que se aferran los vecinos que tratan de crear una comunidad en un espacio hostil a primera vista.

A los propios miembros de la agrupación de vecinos los Arqueros les gusta recordar que la asociación estaba formada mucho tiempo antes de que se iniciaran las obras de construcción de los viales. «De cuando éramos ricos», comentan con algo de resignación y melancolía. Corría el año 2009 y era necesario agruparse para defender sus intereses después de haber comprado sus viviendas sobre planos. Ahora la entidad ha evolucionado y se encuentra en una encrucijada: qué hacer en unos meses en los que no se puede hacer prácticamente nada.

Los miembros de la asociación se juntan, se reúnen y conversan en el único bar que tienen abierto en todo el distrito. Y lo de estar abierto ahora es solo una forma de hablar, pues únicamente tienen a su disposición las mesas de la terraza. El otro que tenían cerró. Por falta de clientes y por coronavirus. Una mezcla de las dos cosas, como pasa en tantos lugares. En el bar Arqueros ponen en marcha sus campañas, las actividades que ofrecen y alientan la creación de tejido vecinal.

Sin servicios

«No tenemos un lugar habilitado para hacer cosas, es nuestra principal reclamación», afirma el presidente de la asociación, Jorge Hidalgo. Esta es la principal queja del distrito. Tener una Casa del Barrio en la que puedan ofrecer cursos, servicios o tener una biblioteca. Solo saben que tienen el solar reservado al lado de lo que será el próximo colegio. Algo poco concreto, cuando los chavales jóvenes van creciendo y en pocos años los nacidos en Arcosur ya tendrán edad para corretear por los solares vacíos y las obras. Ojo, que tampoco es tan mal plan.

Los vecinos se fijan en otros distritos condenados a la periferia como Parque Goya. Allí, gracias a la unión, lograron al menos la instalación de un barracón que se gestionan ellos mismos en el que ofrecen desde cursos de música a cursos de promoción informática. Ahora los residentes en Arcosur suplen estas carencias con las charlas que organizan la asociación de padres y madres del colegio o con las actividades recreativas de la peña festiva. Ellos por lo menos sí que tienen un local propio que pueden usar cuando es necesario.

ACERAS DESIERTAS

El barrio como tal se inauguró en el 2012 (como si un barrio fuera un puente sobre una autovía) y desde entonces han mostrado voluntad y celo en la defensa de su intereses. Consiguieron paralizar la instalación de una entidad de rehabilitación de marginados con la promesa de que en su lugar se levantarían espacios comunitarios. También pusieron en marcha una radio colaborativa que se extinguió por problemas con licencias y por la dificultad de mantener la actividad en un espacio poco poblado.

Sorprende pasear por las aceras, tan nuevas, en calles sin tiendas, casi desiertas. Hasta sin farmacia. Las compras se tienen que hacer en los mercados de barrios como Valdespartera o Rosales del Canal. La asociación Arqueros, en la que colaboran unos 300 vecinos de los aproximadamente 5.000 residentes en la zona, se mantiene viva a pesar del desánimo. «No está nada mal, como los espartanos», bromea uno de los colaboradores con la junta, Raúl Pérez. Por el momento organizan hasta entregas de premios para reconocer la labor de aquellas personas que logran llevar el nombre del barrio más allá de los montes de arcillas y yesos que les rodean.

Con todo, de ser pocos y de tener pocos medios han nacido las peculiaridades de las que se sienten más orgullosos. Estar un tiempo en la terraza del bar permite descubrir cómo la mayoría se llama por su nombre, montar en la única línea de bus sirve para intercambiar consejos. El ambiente es de pueblo, hasta el punto de que el propio bar se ve como un centro social en el que intercambiar. Ahí seguirán organizando (cuando se pueda) sus fiestas infantiles y reclamando las inversiones que necesitan con la esperanza de que no les cambie el carácter.