El escritor Ramón J. Sender vivió una gran parte de su vida en el exilio. Recorrió México, se refugió en Guatemala y se instaló en varias zonas de Estados Unidos. En su obra aparecieron escenarios tan variados como los intereses que en cada momento centraban su atención. La selva amazónica, los desiertos de Arizona o el esplendor de Bizancio. Una biografía llena de cambios, vitales, ideológicos o geográficos que siempre acaban confluyendo en el mismo lugar. El lugar de un hombre que se mostró leal a los caminos que recorrió en su infancia y su adolescencia. Lo dejó claro en una frase que servía al mismo tiempo como declaración vital y como reconocimiento a toda una existencia dedicada a la escritura: «Para mí no existe la nación, sino el territorio, y el mío es Aragón y a él me atengo».

La memoria de un escritor como Sender se mantiene viva en la comunidad, a pesar de que su literatura en ocasiones no haya recibido la misma atención. Figura totémica a la hora de definir a las gentes de toda una comunidad, colegios, bibliotecas o parques son una muestra algo desdibujada sobre cómo se recuerda a una figura difícil de abarcar en pocas palabras y que según afirma José Domingo Dueñas en estas mismas páginas parece condenada a ser estudiada en las universidades más que a servir como referente popular.

Una realidad que en las localidades en las que fue viviendo hasta que llegó el momento del exilio tratan de sacudirse mostrando la dimensión universal que ha alcanzado la figura de aquel zagal que la emprendía a pedradas contra las cuadrillas rivales que vivían en el pueblo del otro lado del Cinca. En Chalamera la casa natal de Sender se ha convertido en el parque central de la localidad. Con apenas cien habitantes, la mayor preocupación de sus vecinos es lograr que la escuela se mantenga abierta en el próximo curso. Solo tres alumnos acuden a clase mientras el alcalde Santiago Villas trata de atraer población.

Con poco más de dos años la familia se trasladó a Alcolea de Cinca, a solo ocho kilómetros de su lugar de nacimiento y de donde eran oriundos sus padres, Andrea Garcés y José Sender. Allí encontró los lugares que años después servirían como escenario para algunas de sus obras más significativas: esas Ripas «cortadas a cuchillo» que sirven como telón de fondo a la tragedia de El lugar de un hombre; las cuevas que harían germinar la semilla política de Paco el del Molino en Réquiem por un campesino español o los pajares y acequias de las travesuras narradas en la Crónica del alba.

La alcaldesa Begoña Nasarre destaca su intención de «revitalizar la figura» del escritor con actos y presentaciones a lo largo del año. Algo que también incluye la recuperación de una ruta que recorre los rincones de la localidad citados en las obras del escritor.

La biografía de Sender sumó en Tauste, donde vivió de los 9 a los 12 años, una vivencia clave. Allí se enamoró perdidamente de la hija del notario, la Valentina que siempre le acompañaría como recuerdo feliz. En la actualidad se puede encontrar una placa en la casa que ocupó aquellos años, pero en el futuro, según el alcalde Miguel Ángel Francés tendrá un hueco predominante en el museo de la localidad que se está reformando.

Tras pasar por Reus para cursar el bachillerato, Sender recaló en Zaragoza como mozo de botica. Un oficio que le permitió conocer de primera mano la realidad obrera y donde se idearon sus primeras crónicas y relatos. Un parque a desmano, en la zona donde estuvo la Quinta Julieta a la que se escapaba en su días de recreo acoge en la actualidad un monolito en recuerdo del escritor.

Alcañiz fue su última parada en Aragón antes de dar el salto a un Madrid que lo recibió con revueltas, huelgas y la premonición de una guerra civil. En la capital bajoaragonesa también ejerció como mancebo de farmacia. El concejal de Cultura, Jorge Abril, destaca su voluntad de potenciar el protagonismo de esta etapa en la localidad. Por el momento esperan sumarse al completo programa diseñado por el centro de Estudios Senderianos para conmemorar estos 120 años de su nacimiento.

Como corresponde a una persona que supera cualquier catalogación, aún no se ha despejado el misterio sobre dónde descansan sus cenizas. El periodista Eduardo Fuembuena aseguró que recibió una parte para esparcirlas junto a la ermita de Chalamera. Quizá esa fue la fórmula que eligió Sender para volver a su territorio desde la California en la que murió