Antes de dar el salto a la política, Manuel Giménez Abad era un reconocido jurista, que había pasado los nueve años anteriores ejerciendo como letrado mayor de las Cortes de Aragón. Ya entonces se vislumbraba su «talante dialogante», su «mano izquierda», su pasión por la palabra y por la cosa pública. Así lo recuerda Vega Estella, que fue letrada de las Cortes en aquella época, cuando en el Parlamento autonómico solo había cuatro, y su trabajo y cooperación era constante y a menudo traspasaba el ámbito laboral y se cruzaban las vivencias personales.

«No me sorprendió su salto a la política porque la llevaba dentro», asegura, al rememorar su inquietud e interés por la actualidad. «Pero no solo la autonómica, sino la estatal e incluso la internacional», recuerda. Durante los años como compañeros en el Parlamento aragonés, señala Estella, las pausas para almorzar en el comedor de las Cortes eran momento «para hablar de trabajo, pero también de muchas otras cosas. Y ahí se veía que era una persona inquieta a la que le interesaba la política y que podría dar el salto», afirma.

El paso del derecho a la política le llegó a Manuel Giménez Abad de la mano de Santiago Lanzuela, quien siendo presidente del Gobierno de Aragón por el PP, le propuso entrar a formar parte del mismo como consejero de Presidencia y Relaciones Institucionales en 1995 como independiente. No se afiliaría al partido hasta un tiempo después. Y aunque este paso para Estella era algo «natural», dada la personalidad y los intereses de Manolo, como todos lo recuerdan, cuando de hecho se produjo el cambio, reconoce que le sorprendió en parte. «Me costó asumir el mero hecho de que abandonara el trabajo como letrado», explica.

Giménez Abad fue letrado mayor de las Cortes de Aragón en un periodo de tiempo en el que se produjo el traspaso de las competencias de Sanidad a la comunidad autónoma o se diseñó el propio reglamento de la Cámara y el Estatuto de Personal. «Todas sus aportaciones han perdurado en el tiempo, lo que supone que eran muy válidas», reflexiona. 

Pero si algo caracterizaba a Giménez Abad como letrado mayor es que era «un excelente contemporizador», asegura Estella. «Era una persona muy dialogante, pausada, que difícilmente se alteraba y tenía un buen talante. Conseguía aunar posturas que estaban enfrentadas porque sabía escuchar muy bien», asevera. Con su actuación, trataba de «facilitar jurídicamente» el entendimiento entre posiciones contrapuestas de los grupos políticos.

Estella, que años después fue letrada mayor de las Cortes de Aragón, asegura que la impronta de Giménez Abad permanece. «Veías que esa forma de actuar funcionaba estupendamente, y marcó una impronta que hemos tratado de seguir», asegura.