Un verano más la montaña se ha convertido en uno de los planes favoritos para los aragoneses. La necesidad de una actividad diferente para huir de la pandemia convierte al montañismo en la alternativa perfecta para ocupar el tiempo libre. «Los montañeros de siempre siguen subiendo pero, además, gente que no había subido empieza a ir al monte por salir de casa y por estar en la naturaleza», cuenta Kike Maza, guarda del refugio de Pineta en Bielsa.

Los refugios de montaña cierran el verano con un lleno total

Montañeros experimentados y visitantes han coincidido en los refugios de montaña, lugares que, como el resto de establecimientos hoteleros, han tenido que adaptar sus ritmos y formas de trabajo a las restricciones derivadas de la actual situación pandémica.

Además de los consabidos aforos, distanciamientos sociales y desinfecciones, hay otras medidas que han afectado a este sector: grupos burbuja con un representante que interactuara con el personal de refugio, la desaparición de elementos comunes y básicos para los montañeros como las almohadas y las mantas o la realización de un curso de formación para los guardas.

Mayor cantidad de trabajo

Los encargados de estos establecimientos coinciden en que las restricciones les han supuesto una mayor cantidad de trabajo. «Antes trabajábamos una semana si otra no, ahora trabajamos todos todo el tiempo y los días libres procuramos no exponernos demasiado», cuenta Xaro Cantarero, guarda del refugio de Lizara en Aragüés del Puerto. Los guardas son conscientes de la importancia de las medidas: «Es más trabajo para nosotros pero si es más seguro y nadie se contagia, pues bienvenido sea», afirma Mario Martínez, guarda y gerente del refugio de Bachimaña en Panticosa.

Los aforos han sido una de las medidas más importantes que han tenido que cumplir estos refugios de montaña. Este verano los alojamientos han podido ofertar un 75% de sus plazas frente al 50% disponible en 2020. Esta ampliación de los aforos ha sido lo que ha permitido una buena temporada estival. «La temporada no ha sido ni mucho menos como antes del covid, pero ha sido mucho mejor que el verano pasado o que la primavera», cuenta Martín Grudzien, guarda del refugio de Cap de Llanset en Montanuy. Desde Respumoso, David Abajo, afirma que «si el refugio hubiera tenido 400 plazas las habríamos llenado todas».

Aún teniendo en cuenta las restricciones que limitan el normal funcionamiento de los refugios, los responsables hace un balance positivo de la temporada. «Esperando la ruina hemos trabajado mucho y muy bien», afirma Martínez. En algunos lugares, como el refugio de Respomuso en el Alto Gállego, se han registrado más de 1.200 pernoctaciones en el mes de Julio y más de 2.500 en el mes de agosto. Además de estas estancias mucha gente ha optado por acampar en los alrededores del refugio obligando al personal a duplicar los turnos en el comedor. Pau Teixeido, desde el refugio de Viadós en el valle de Chistau, afirma que ha sido necesario «jugar al tetris» para gestionar el aluvión de llegadas.

El ritmo de vacunación, clave

Desde el sector coinciden en que el ritmo de vacunación ha sido un factor clave para que los aragoneses se decidieran por el Pirineo como destino vacacional ante otras alternativas. «La seguridad de la vacuna hace que las gente salga en busca de espacios abiertos, aquí es donde se sienten más seguros», afirma Cantarero.

El perfil de montañero ha sufrido cambios con respecto a otras campañas de estivales, este verano los guardas afirman que hay más público que visita el monte para pasar el día. Desde la Federación Aragonesa de Montaña, Sergio Rivas, encargado de refugios, afirma que cada vez son más habituales las familias con niños.

En cuanto al visitante extranjero, la afluencia se ha mantenido como en un verano habitual, llegando a ser un 40% del público los visitantes de países como Francia, Holanda, Alemania o Estados Unidos en refugios como el de La Renclusa en Benasque.

Todavía con la alegría de estar cerrando una buena temporada estival, el sector tiene muy presentes los problemas derivados de las restricciones impuestas durante el invierno y la primavera. «Es imposible recuperar todo el tiempo que estuvimos cerrados por mucho que estemos trabajando ahora», lamenta en su conclusión la guarda de Lizara.