En un baúl cabe todo y cabemos todos a la hora de iniciar un viaje, que incluye dinámicas para lograr que sus participantes no estén excluidos. Esta es la idea de El baúl ilustrado: una aventura hacia la inclusión, un proyecto impulsado por la docente del Hospital de día Infantojuvenil de Salud Mental Parque Goya, Alba Angulo; y la psiquiatra Lola Vázquez, que ha conseguido implicar a las familias y los centros educativos, para conseguir que «no estén excluidos», aseguran. Una iniciativa que les ha valido el premio Grandes Iniciativas en Inclusión educativa, entregado por la Fundación La Caixa, Atresmedia, Orange, aulaPlaneta y la Universidad Internacional de Valencia.

Desde que se puso en marcha este proyecto hace un año han participado alrededor de 50 niños. Los perfiles de los usuarios son jóvenes «con alteraciones de conducta grave», trastorno de personalidad, fobias, etc. Eso los mayores, mientras que los más pequeños, depresiones, trastornos obsesivos y psicosis.

En muchas ocasiones se estigmatiza a los jóvenes con problemas de salud mental, además de ser un «tema tabú» del que nadie quiere hablar, aseguran; y ahí está la innovación de este proyecto, que consta de tres ejes: actividades con los alumnos para estimular la sensibilización hacia la salud mental; formación del profesorado y atención a las familias.

Hasta la fecha, en este proyecto han participado alrededor de 300 profesores, 2.000 alumnos, 100 familias, 10 centros educativos y las consejerías de Educación y Sanidad de Aragón. Con este baúl se ha conseguido, «mejorar el rendimiento académico», la autonomía, reducir la violencia y el acoso escolar, el absentismo logrando, asegura Angulo, mejorar también la patología de los pacientes y fomentar su inclusión en las aulas y en la sociedad y «creando solidaridad entre compañeros».

Los colegios de la zona del Hospital de Día se implican en el proyecto. SERVICIO ESPECIAL

Cada joven tiene su «propio plan terapéutico» en las actividades organizadas, explican, distribuyendo roles y personificaciónes. Y cuentan: «al poner en marcha una historia, uno la escribe, otro hace de fotógrafo» y así cada uno, logrando que todos se impliquen. También han organizado un taller de huerto, donde cultivan productos y luego estudian cómo se cocinan, creado un mercadillo solidario de emprendimiento social, un cinefórum o un proyecto de «megaexploradores» para ir descubriendo la ciudad; además de trabajar con los centros educativos de alrededor del hospital. Esto con los chavales, pero también con las familias, explicándoles «las dificultades» y en los centros por qué «no es bueno expulsarles si perturban» la clase, enseñando «cómo pueden colaborar» y al mismo tiempo enriquecer a los compañeros. Los profesores juegan un papel esencial a la hora de detectar alguna patología, como puede ser, en los más pequeños, con problemas en el juego, a la hora de hablar o a la hora de relacionarse; y ya de adolescentes «no solo cuando perturban el aula» si no cuando vislumbran «chicos más inhibidos, que muestran síntomas de depresión».