Lo llamaron 'La rebelión de las tijeras rotas'. Decenas, centenares, miles de peluqueros y profesionales de la imagen personal se movilizan desde el 25 de octubre por todo el país para la reducción del IVA al 10%, dado que en 2012 el Gobierno del PP les pidió un «esfuerzo temporal» incrementando su tipo impositivo del 8% al 21% para revertir la crisis financiera. En Zaragoza ya hay fecha para una protesta: el lunes 22 de noviembre.

«En pocos años el IVA subió un 13% en el sector de la mano de obra intensiva por excelencia, porque por cada cliente necesitas un trabajador», explica Diego Sanz, el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Peluquería, Estética e Imagen Personal (Anepe-Impe). En estos nueve años, 8.000 salones de belleza han cerrado sus puertas, lo que se corresponde con cerca de 14.000 puestos de trabajo.

La sangría por el impuesto directo se vio acompañada por un incremento en el coste de los productos, que se vieron arrastrados por la subida fiscal. Según Sanz, el precio del servicio debería haberse alzado «al menos un 40%» para ser rentabilizado desde 2012 hasta hoy.

Y sin embargo, este no es un problema olvidado por las instituciones. «De hecho, Aragón fue la primera comunidad autónoma que apoyó las reivindicaciones del sector», recuerda Raquel Alastuey, presidenta de la Asociación Profesional de Peluquerías y Salones de Belleza de Zaragoza. Las Cortes aprobaron por unanimidad una Proposición No de Ley para solicitar al Gobierno de España la reducción del IVA al 10% en el sector de la imagen personal.

No será la del próximo día 22 –convocada esta por la plataforma de Facebook 'Creer en nosotros'– la primera movilización del sector en Aragón. En septiembre del año pasado ya se concentraron en Zaragoza y fueron una veintena. En enero volvieron a las calles y protestaron en la plaza del Pilar, frente a la Delegación del Gobierno en Aragón, y ya sumaban cerca de 200 voces. «Estamos todos unidos y para ello creamos la Alianza por la bajada del IVA», proclama Alastuey, que subraya la importancia de asociarse y hacer una fuerza conjunta más allá de asistir a las protestas.

La pandemia fue la última estocada a un sector que se tambaleaba, algo a lo que ahora se suma la puntilla del precio de la energía. Todo golpea a un gremio en el que la mayor parte de sus integrantes están dados de alta como autónomos, lo que dificulta la posibilidad de mantener empleados en nómina.

La tempestad recae en el autónomo

Este es el caso de Sonia Crespo, de la Peluquería Sonia (en el zaragozano barrio del Actur), que abrió su primer salón en 2003, inauguró un segundo en plena crisis (en el año 2011) y llegó a tener a seis trabajadoras a su cuenta y cargo. El segundo no sobrevivió demasiado, mientras que el original, tras 16 años de vida y «una clientela consolidada», tuvo que cerrar en 2019 cuando se quedó trabajando sola al estar de baja todas sus empleadas por distintos motivos. «No podía atender a toda la agenda y me vi abocada al cierre», lamenta.

Sobre la subida del IVA, ella tenía claro que este no podía repercutir en el precio, porque «me daba miedo cómo iba a reaccionar el cliente». Ahora, tras doce años sin incrementarlo, se ha visto obligada a encarecer «un euro» el corte de pelo. ¿El motivo? El coste de la luz. «Los secadores gastan como estufas», apunta la peluquera.

«Me sale más a cuenta rechazar clientes que coger a nuevos empleados», dice Sonia Crespo

Tras el cierre, abrió al poco un nuevo salón, más pequeño, donde decidió trabajar sola. «Me sale más a cuenta no coger un cliente que contratar empleados», reconoce. Es la única forma de supervivencia que le ve al negocio. «Hubo veces que pensaba que estaba cambiando dinero por dinero», recuerda. «Te metes en una espiral de pagos, y es como una ratonera», señala, y remata razonando sobre cómo los impuestos trimestrales son «demoledores».

Sonia subraya que si fueron personal esencial en la pandemia había una razón detrás. «Tu imagen es tu carta de presentación», dice, añadiendo que «las peluquerías son lugares de higiene». «Muchos señores mayores pueden afeitarse y asearse aquí», asevera la profesional. La rebelión de los peluqueros se mantiene en pie de guerra.