Mario se encuentra en su primer año como estudiante en la Universidad de Zaragoza. A sus 18 años, vive desde septiembre en la Residencia Baltasar Gracián en la que es su primera experiencia fuera de casa. Su proceso para buscar alojamiento, cuenta, fue sencillo, ya que este fue el primer centro que le admitió, mientras que otros como el Cerbuna le dejaron en lista de espera. También pesaron las razones relacionadas con las amistades y los conocidos

Una vez dentro, la experiencia está siendo muy positiva para este estudiante natural de Molinos, en la comarca turolense del Maestrazgo, y ya tiene claro que seguirá durante el próximo curso dentro de la residencia. «Pensaba que iba a ser mucho peor y la experiencia está siendo muy buena, la gente es muy maja, haces muy buenos amigos y conoces personas de toda España. Aquí hay del País Vasco o Andalucía. Te permite crear una base de gente conocida y no estás solo», relata.

Optar por una residencia para el primer año de su vida universitaria en vez de un piso de estudiantes le «ha ayudado bastante» para que el salto que supone empezar a vivir fuera del domicilio familiar «no fuera tan grande». Las ventajas, señala, son evidentes, porque «te hacen todo», desde «limpiar la habitación» a «tener el plato en la mesa» cuando llegas de clase. Los problemas de la residencia, en todo caso, «son menores», como que no te guste el menú del día en el comedor, que tiene «solo dos platos» para escoger. «No es un buffet libre», bromea. 

Marcos Mateo, natural de Gargallo (Teruel) SERVICIO ESPECIAL

La residencia Baltasar Gracián es también la casa en Zaragoza de Marcos Mateo, procedente de Gargallo. Tiene 18 años y le empujaron a la residencia razones similares a las de Marcos, que además es su primo. «Ha ayudado bastante venir a la residencia porque así conoces gente y formas un grupo de amigos», asegura. Además, enumera las mismas ventajas que su compañero Mario, que le permiten «no pasar tanto tiempo haciendo tareas».

 Sin embargo, su experiencia tiene un matiz y es la distancia con el centro donde imparte sus estudios. Para cursar el grado de Ingeniería Electrónica tiene que desplazarse hasta el Campus Río Ebro. El trayecto es de 35 minutos, 10 andando hasta la parada junto a la Estación Goya y otros 25 en tranvía, y lo hace dos veces al día. «A lo mejor me hubiera compensado buscar algo más cerca pero es el primer año, venían aquí mis amigos y creo que tampoco estoy tan lejos porque para ir al instituto en Andorra tenía una hora de autobús y estoy acostumbrado», asegura. Sus padres, además, «no querían que fuera solo a un piso porque el primer año podía ser un desastre».

Es una de las razones por las que sí se plantearía vivir en uno de los pisos de alquiler para jóvenes del ayuntamiento, siempre «que le pille cerca» y «no pierda tanto tiempo en los viajes». A la hora de la verdad, «todo sería mirar los precios y ver cómo están los pisos». Reconoce, eso sí, que es «la primera vez» que escucha hablar de los proyectos de vivienda social del consistorio. 

Este es el tercer año que Ana Pilar pasa en el CMU Virgen del Carmen. SERVICIO ESPECIAL

«Todo el tiempo que ahorro puedo dedicarlo a estudiar»

En caso de Ana Pilar este es el tercer curso que pasa en el Colegio Mayor Virgen del Carmen. Natural de Alcañiz, la joven está estudiando dos carreras en la Universidad San Jorge, una circunstancia en la que tiene que «invertir mucho tiempo».

«Desde el principio tenia claro que quería ir a una residencia o a un colegio mayor», asegura la joven alcañizana, que cuenta que además de El Carmelo visitó otros colegios como La Anunciata. «Era mi primera opción porque prefería que fuera mixto». El orden de inscripción y el parentesco con antiguos residentes son los dos criterios que premia esta institución y que facilitaron la admisión de Ana Pilar. «Fui de las primeras en hacer la solicitud y tengo familia que ya había estado allí o sea que no tuve problemas», asegura la estudiante.

Tres años después Ana Pilar sigue prefiriendo el ambiente residencial a un piso compartido. «Del grupo de amigas, la mitad nos quedamos y la otra mitad prefirió irse a un piso, en mi caso al ser la carrera más larga todavía tengo tiempo de vivir la experiencia de vivir en un piso», explica la alcañizana. «Además este año ha entrado mi hermano y así estamos juntos» añade. Las comodidades de la residencia son las que hacen a la joven decantarse «Te limpian, te hacen la comida y todo ese tiempo que ahorro puedo invertirlo en estudiar», asegura.

En cuanto a cuestiones negativas el control es lo que resalta Ana Pilar, «entre semana si te vas de viaje o necesitas salir por la noche necesitas permiso expreso y que vengan a abrirte pero entendemos que es necesario», concluye