¿Qué desayunamos hoy? Eso es lo que se debieron de preguntar 15 jóvenes supuestamente pertenecientes a una banda latina que opera en la capital aragonesa que tras cometer varios robos de móviles de forma violenta a lo largo de la noche de Pilares decidió hacer su última parada en la tienda de Frutos Secos de la céntrica plaza de España de Zaragoza. Pretendían irse luego a dormir a sus casas, pero acabaron haciéndolo en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. 

Los 15 pandilleros fueron detenidos in fraganti en el interior del comercio cuando comían golosinas tras apalancar la puerta para acceder al establecimiento. Eran pasadas las 07.00 horas del pasado sábado. Antes habían forzado la persiana. Fue tal el jaleo que estaban armando y el constante sonido de la alarma de seguridad que rápidamente se desplazaron hasta allí varias dotaciones de la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Jefatura Superior de Policía de Aragón que les pilló dentro.

Unos comían y otros ya habían preparado el botín que pretendían llevarse: dos kilos de jumpers, uno de palomitas, otro de trenza de Huesca y 14 kilos de chocolatinas de la marca M&Ms, siete kilos de unas bolsas de la misma marca y ocho kilos de Kinder Delice, según consta en el atestado al que tuvo acceso EL PERIÓDICO DE ARAGÓN.

Cuando los agentes cachearon a los jóvenes también les intervinieron dos cuchillos con hoja de sierra y que antes habían empleado, supuestamente, para cometer tres atracos a viandantes y quitarles sus teléfonos móviles. De hecho, ninguno de los 15 pudo responder sobre la propiedad de tres de ellos que, casualmente, había sido denunciado el robo de forma violenta.

Los diez menores quedaron a disposición de la Fiscalía especial, mientras que los adultos, de edades comprendidas entre los 18 y los 23 años, pasaron este domingo ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Zaragoza. Tras ser asistidos por su abogada, Carmen Sánchez Herrero, fueron puestos en libertad provisional. Uno de los detenidos se puso en contacto con este diario y señaló que no hay ningún tipo de organización detrás, sino que se conocieron aquella noche tras el cierre de los bares y que decidieron seguir la fiesta. Negando así cualquier tipo de pertenencia a una banda latina y destacando que los autores del robo fueron dos menores "que imposible se llevaran tanta comida".

Mientras estaban cacheándoles a la quincena de detenidos, un joven se acercó para denunciar que acababa de ser asaltado de forma violenta por el grupo que estaba en ese momento contra la pared. «No puedo saber exactamente quién ha sido porque el grupo estaba formado por chicas y chicos», afirmó, mientras explicó que después de atracarle le dieron varios golpes. 

Momentos más tarde otro de los agentes fue requerido por un barrendero, quien les dijo que un joven, casualmente el mismo que había descrito cómo vestía la víctima anterior, estaba intentando abrir un vehículo policial. 

Ante ello, según consta en el atestado, el joven en cuestión huyó a la carrera hacia la calle don Jaime, siendo interceptado por los agentes a la altura de la iglesia de San Gil. En ese momento reconoció a los agentes que él era quien había forzado la puerta del Frutos Secos el Rincón y que había sustraído alimentos y dinero de la caja registradora.