José Hierro era un hombre de sabor popular. Le gustaba pasar por una suerte de marino con sabor a aguardiente, bravura y tierra... Desde que le dieron el Premio Adonais --entonces muy prestigioso-- con Alegría (1947), Hierro pasó a ser uno de los poetas emblemáticos de la época, lo que implicaba ser un poeta social. Pero Hierro --es curioso-- se había formado en la admiración hacia Rubén Darío y Juan Ramón, y buena parte de su poesía busca la hermosura, el esteticismo, la hondura, la belleza en que la palabra inquiere y halla fondo a la par que luz.También fue poeta social, desde luego, pero sólo parcialmente. Sin embargo nunca luchó contra esa etiqueta, porque había pasado cuatro años en la cárcel, en la posguerra, represaliado por el franquismo; quien se sintió --sin ostentación-- amigo y cercano de los humildes, no podía quejarse de una etiqueta que quiso ser reivindicativa y luchadora...Hierro pasó 15 años sin editar nada nuevo. Desde Libro de las alucinaciones (1964) hasta 2Agenda (1991) se mantuvo, en apariencia, como un poeta ya concluso. Hoy sabemos que no era cierto. En sus últimos años, --con el culmen de Cuaderno de Nueva York--, lleno de premios, galardones y lauros (que no buscó)

Hierro pasó 15 años sin editar nada nuevo. Desde José Hierro -- Pepe siempre para sus amigos-- vino a convertirse en una suerte de poeta nacional, aunque un enfisema pulmonar le hiciera no poder separarse, en los dos años finales, de una bombona azul de oxígeno. Hierro ha sido un gran poeta, muchos años en la tierra de las sombras. Muchos años en un clima que él no quiso.*

Escritor.