Se llenó el salón de la Filmoteca de muchachos y chicas de 16 años. Primero de Bachillerato de tres colegios para ver películas que fueron filmadas por el turolense Segundo de Chomón hace cien años. Se coordinaban dos programas: Ciencia Viva y Un día de Cine. Ángel Gonzalvo, el programador de este último en el IES Pirámide, de Huesca, preparó a los chavales: "Vamos a retrotraernos y mirar con ojos vírgenes para ver algo nuevo. Imaginemos que no hemos visto nunca imágenes en movimiento en una pantalla. Algo que se llamaba ciencia amena y un espectáculo que estaba lleno de trucos".

Y comenzó la primera película, El escarabajo de oro (1907), y se produjo el choque mágico entre los devaneos de una mujer alada del año de la polka en la pantalla y los sonidos electrónicos ultracontemporáneos que sacaba de unas máquinas el músico Juanjo Javierre, en el papel de pianista de cine mudo. Los chavales miraban aquello perplejos aquel chispazo en la conjunción de dos artistas, Chomón y Javierre "unidos y separados por cien años".

Y la primera pregunta que surgió en el coloquio fue acerca de esa maquineta cuadrada y luminosa, a la que se sacaban ruidos que valían para expresar temor, o para acompañar una persecución a la carrera. "He traído un poco de magia --explicó Javierre--, esto es un tecnori-on japonés con 16 pacs iluminados; no tiene teclas; lo usan los disc jockeys". Y aquello aparecía a los ojos de los chicos como crear música desde la nada.

Salieron en pantalla los Ki Ri Ki, unos acróbatas japoneses desafiando a la gravedad con movimientos imposibles, subiendo unos sobre otros. El truco de Chomón era engañar al ojo: en realidad los acróbatas hacen los ejercicios tumbados en el suelo sobre un fondo negro y una cámara cenital colocada en el techo. Cuando pasaron la siguiente película: El hotel eléctrico (1908) allí no se canteaba nadie. La ciencia entraba en el cine desde su nacimiento. En realidad era el cine el que surgió de aplicación de las ciencias ópticas.

José Luis Cebollada, coordinador (con Ester Royo) del programa Ciencia Viva señalaba que "el cine surgió en un momento de explosión científica y técnica", y que la creciente automatización produce, paradójicamente, "un alejamiento de la ciencia".