La muerte y la violencia, la mujer, la historia de España y la música y la danza son temas, casi obsesiones, que aparecen una y otra vez en la obra de Carlos Saura; los ha tratado en su filmografía, en su pintura, en su literatura y también en sus fotografías, un arte que cultiva desde joven. "Soy fotógrafo compulsivo", afirma. Ahora La Lonja dedica hasta el 22 de agosto una exposición a esas otras miradas, a esa faceta menos conocida del artista oscense o "aragonés del norte" como a él le gusta definirse, que tiene en la imaginación su fuente de inspiración.

La imagen es la gran protagonista de esta muestra. De hecho, en la presentación --en la que estuvo acompañado por Jerónimo Blasco, consejero de Cultura del consistorio; y José Armando Barcelona, director de la Obra Social de Caja España, impulsora de la muestra-- apareció con una cámara fotográfica colgada al cuello. "Yo cuando leo siempre imagino cómo es lo que leo y no me cuesta esfuerzo", asegura. La exposición incluye 140 obras entre dibujos con textos, fotografías, pinturas, fotosaurios (fotografías pintadas), proyecciones, story boards, objetos e instalaciones de este hombre "muy trabajador", según el comisario de la muestra, Asier Mensuro. Él y la mujer de Saura, Eulalia Ramón, eligieron las piezas que conforman esta exposición realizada "sin mi permiso", reconoció el cineasta. Pese a que "no quería saber nada, cuando la he visto me he quedado fascinado porque ahí estoy yo".

Otras miradas se divide en torno a esos grandes ejes temáticos que inundan la trayectoria de Saura, haciendo hincapié en los menos conocidos y en aquellos que demuestran que el cineasta es un autor "moderno" tanto en sus inicios como en la actualidad.

La Historia de España queda reflejada en sus fotografías de los años 50, en carteles de El dorado y otras películas y en esas imágenes pintadas de Felipe II o La princesa de Éboli. La música y la danza aparecen en imágenes de los musicales Iberia, Tango, Flamenco, Fados, la ópera Carmen o su más recientemente película Io, Don Giovani, articuladas en torno al montaje de una sevillana de Paco de Lucía.

En La violencia y la muerte, Saura pinta sobre fotografías a sus perros, cariñosos, pero que convierte en depredadores, además de maquetas de la casa de El séptimo día o fotografías de películas como La caza, Deprisa, deprisa; dispara u Ojos vendados. Un apartado está dedicado al caos que es su estudio; una sala pequeña, llena de objetos y que esconde cajas, que él mismo decoró, y que aquí se muestran por primera vez. En Mujeres, incluye fotos y pinturas de actrices que han trabajado con él, pero también mujeres desconocidas que antes o después se pusieron delante de la cámara de Saura. Una cámara que le acompaña siempre, igual que un cuaderno de notas en el que aprovecha para dibujar o tomar notas y que en un futuro formarán también parte de su obra.