Cada día queda más claro que la cultura pop se nutre de ese Peter Pan que habita en cada uno de nosotros, y no se trata solo de esa fiebre crónica que Hollywood sufre por las adaptaciones de cómics. Los adultos tratamos de seguir siendo chavales revisitando los refugios favoritos de nuestra juventud. Las películas que se incorporan esta semana a la cartelera así lo demuestran.

La más importante de ellas se sitúa en 1979, por lo que incluye una considerable dosis de nostalgia filtrada a través de la evocación de la música, el vestuario, las actitudes y la tecnología de esa época. Además, está protagonizada por un grupo de niños que tratan de producir una película casera de zombis con una cámara de Super 8, que no es ni más ni menos que un artefacto del pasado. Los chavales de hoy solo entienden de smartphones.

Pero si esta película mira hacia atrás es ante todo porque ofrece a la generación actual de espectadores una idea de lo que para la generación de su director y guionista, J.J. Abrams (Perdidos, Star Trek), suponía ir al cine a finales de los 70 y en los 80 y experimentar la última producción de Steven Spielberg. Es imposible contemplarla y no acordarse de E.T. El extraterrestre y Encuentros en la tercera fase, o de Tiburón, o de Los Goonies --no dirigida por Spielberg pero, como Super 8, producida por él--, entre otras cosas porque Abrams se apropia de obsesiones de cabecera de su maestro --conflictos paternofiliales, el más allá penetrando en la América de los suburbios, la amistad y el romance prepúberes--.

No olvidemos que, como los protagonistas de la película, tanto Spielberg como Abrams descubrieron la pasión por el cine de niños. Abrams empezó a rodar películas llenas de persecuciones, batallas y monstruos a los 8 años, con la cámara de Super 8 de su padre. Y a los 15 años, tras ganar un concurso cinematográfico junto a su amigo Matt Reeves, recibió una llamada de Kathleen Kennedy. La socia de Spielberg quería saber si los dos precoces cineastas se atreverían a restaurar las películas en 8mm que el director había hecho en su propia adolescencia.

'CONAN EL BÁRBARO' En última instancia, Super 8 es también una carta de amor a una época pasada, antes de que la palabra blockbuster fuera sinónimo de mera transacción comercial. Se trata de una historia original, y existe solo en 2D. Sus efectos especiales son impecables pero no se usan de forma gratuita. A diferencia de muchas películas de ciencia ficción, antepone los seres humanos a los monstruos, porque Abrams respeta una norma que la mayoría de sus contemporáneos han olvidado: la acción y la destrucción solo tienen sentido si el público siente interés por lo que les pasa a los personajes.

Más ejercicios de reciclaje. Gracias a títulos como Furia de titanes o Prince of Persia: las arenas del tiempo, la espada y brujería, parece experimentar ahora algo parecido a un renacer. Pero, como todos sabemos, Conan el Bárbaro es lluvia sobre mojado no tanto por eso sino porque tiene el mismo código genético que la película de 1982 que puso a Schwarzenegger en el mapa.

La película que hoy se estrena no es un remake: su argumento es distinto y carece del encanto camp del original aunque, a cambio, proporciona más violencia: decapitaciones, desmembramientos y demás delicias gore en buena medida infligidas por el héroe titular. El encargado esta vez de darle vida, Jason Momoa, da la talla pero carece del verbo de su predecesor. Recordemos que, preguntado sobre lo mejor que hay en esta vida, Schwarzenegger contestó: "Aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres". Pura poesía.

'MANUALE D'AMORE' ¿Y cuál es el elemento nostálgico de Manuale d'amore 3, también desde hoy en las salas? Por un lado, que por su factura y su mentalidad recuerda a esas películas protagonizadas por Carmen Russo o Alvaro Vitali que programaba Tele 5 a principios de los 90; por otro, que su peripecia narrativa aparece orquestada por un Cupido taxista con aspecto de estrella del italo disco de los 80. El tipo nos retrata el amor en tres etapas distintas: en la juventud, un joven abogado a punto de casarse tiene un afer con una rubia imponente; en la madurez, un presentador televisivo ve amenazado su matrimonio por culpa de una ninfómana; y en la tercera edad un profesor jubilado se enamora de la hija de su portero. Con esta película culmina una trilogía que ha arrasado en su país, y se entiende: según las estadísticas, la Italia de Berlusconi está por debajo de Malawi en términos de igualdad entre hombres y mujeres.