Hace cincuenta años, muchas familias se veían en la tesitura de no poder mandar a sus hijos a la universidad porque no tenían dinero para pagar la matrícula o comprar los libros necesarios: "Mi padre, José Muñío, les proponía a esas familias abrirles una cuenta en la librería con una cuota al mes para adelantarles el dinero en una época en la que no había ni credirrápido ni nada por el estilo. Él se arriesgaba porque te podían pagar o no", relata su hija, Esther Muñío (propietaria junto a sus hermanos Pablo y César de la librería París), "y es muy emocionante ver que ahora muchos clientes vienen ahora agradecidos porque son médicos o abogados gracias a mi padre".

El 10 de agosto de 1963, José Muñío abría una pequeña librería en el número 14 de Fernando el Católico. "Llevaba 23 años trabajando en la General y estaba un poco harto de trabajar para otro teniendo competencias de encargado con sueldo de aprendiz", explica Pablo Muñío. "Tuvo una buena visión de negocio", aporta Esther Muñío ya que en la zona estaba "la escuela de peritos, el instituto Goya, el Miguel Catalán, había un buen caldo de cultivo".

Tanto que cincuenta años después, la librería París sigue abierta: "La clave es adaptarte a la marea siendo muy consciente de lo que te piden los que entran por la puerta. Hay que adaptarse al cliente y a todo lo que se mueve. Ten en cuenta que en cincuenta años hemos sido testigos de unos cambios impresionantes en la sociedad", apunta Pablo Muñío. Por ejemplo, el de la democracia ya que, recuerdan ambos hermanos, su padre, "en aquellos años tenía libros escondidos (los prohibidos) que no se podían poner a la venta pero que él ya sabía a quién podía ofrecérselos", señalan.