–En sus novelas, no es una sorpresa que aborde a la familia pero en Los buenos hijos se ha ido a lo más oscuro...

–Sí, sí, esta es mucho más oscura que la anterior (Un asunto demasiado familiar), también por el caso que va entrando poco a poco en la novela. Al principio parece que estamos en un momento, aunque sea complicado, bueno, porque Nora, la hija, ha vuelto. Pero por detrás se va desarrollando ese caso de la niña que se suicidó que parece poquita cosa y ese es el que oscurece toda la novela porque entramos en terrenos bastante más duros. Es un caso basado en una historia sucedida en Gran Bretaña hace unos años que me impresionó mucho. Se me quedó tan dentro que tenía que contarla y era la historia que correspondía al momento que ellos están viviendo.

–El símil parece claro entre la oscuridad que esconde la familia y las tramas que investigan.

–Tanto en la novela anterior (Un asunto demasiado familiar) como en esta, he intentado siempre que lo que ellos investigan tenga que ver con lo que pasa en la familia y que lo que pase en la familia, repercuta en lo que ellos investigan. En este caso, se ve en el hecho de que Marc decide seguir investigando y lo hace por razones familiares. Tiene una necesidad de demostrar a su padre que es bueno. Y eso tiene que ver con el hecho de que haya vuelto Nora, que es digamos la hija perfecta según cree Marc, y eso es el motor para él. Todo va encadenado. 

«El suicido es un tema tabú y es un acto que deja unas secuelas tremendas en los que se quedan"

–¿Al final todo acaba en la familia?

–El caso refleja lo que está sucediendo y está relacionado con que Nora no habla y no quiere contar por qué ha estado fuera. Para mí, uno de los temas importantes en el caso que investigan es el silencio de esa niña que se suicida. ¿Por qué no habló con sus padres? ¿Qué hace que le estén haciendo cosas terribles y ella no pueda recurrir a los padres? ¿Por qué calla? Y volvemos a la familia, ¿por qué ocultamos cosas a la gente que se supone que nos quiere incondicionalmente? Es lo que quería plantear y hablar de ese miedo que tenemos a que dejen de querernos si descubren cosas nuestras. Pesa tanto desilusionar a tus padres que nos lleva a hacer cosas irracionales. 

–Hay silencios en las dos direcciones, de padres a hijos y de hijos a padres, que se ponen a prueba cuando hay un pequeño terremoto.

–Cuando pasa eso, pueden suceder dos cosas. O hay una gran explosión y cada uno sale despedido en una dirección o se hace una gran piña y de repente se crea una gran fuerza que actúa junta y de eso también habla la novela. 

«Quería algo sin nada de ese glamur impostando que se les da a los detectives»

–Se atreve con el suicidio, un tema muy literario pero que se esconde en la sociedad...

–Es un tema tabú y es un acto que deja unas secuelas tremendas en los que quedan. Muchas veces lo que queda es la culpa por no haberlo visto venir, por no haber actuado a tiempo, por haber dicho o no algo… La persona que se queda después no puede dejar de pensar que podía haber cambiado el curso de lo sucedido. Y la culpa de los padres en este caso va a ser eterna y por eso entendemos que vayan a los detectives aunque sabemos que será algo inútil, nada les va a dar nunca la absolución que buscan.

–Usted apuesta por los Hernández, unos detectives de barrio alejados de los habituales en la literatura.

–Quería algo sin nada de ese glamur impostando que se les da a los detectives porque cuando hablas con ellos te das cuenta que a veces lo más difícil que tienen es encontrar aparcamiento. Y en el fondo siempre es lo mismo, gente engañando o haciendo daño a otros. Siempre acaban viendo la parte más fea de las personas, y da lo mismo de donde seas.