Hay que tener cuidado al comenzar a leer El fondo del cubo, el libro de David Refoyo que fue accésit del XXX Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma y que ha aparecido en la colección Visor de poesía. Deben tomarse precauciones porque sus versos tienen propensión a cortar con el filo que el autor se ha encargado cuidadosamente de disponer para ello. El resultado es un libro cuya intensidad y rabia va creciendo conforme se atraviesan las páginas, y aunque en su parte final parece sosegarse un poco, deja una sensación de incomodidad, como de haberse enfrentado contra las cosas sabiendo que la victoria nunca podrá conquistarse.

En este caso la forma está perfectamente adecuada al fondo: los poemas se alejan de divagaciones líricas y están compuestos con unos versos largos, sin apenas signos de puntuación, y con una latencia más que un ritmo que los embarca en una hipnótica corriente de conciencia donde lo onírico y lo más banalmente realista se conjugan en una discordante armonía. Con una expresión en donde la contención hace la fuerza, el único alarde tipográfico es el uso de la cursiva, que subraya el fundamental diálogo que se entabla entre padres e hijos, que de manera sutil constituye uno de los sólidos andamiajes del libro.

Y entre las líneas puede descubrirse una mirada desencantada en la que destella dignidad y orgullo por una condición humilde y asumida, pero también un resentimiento que en ningún momento se esconde, casi más bien llega a exhibirse, reivindicando una lucha de clases en la que seguramente nadie iba a ganar. Esta dialéctica hace recordar inevitablemente a aquellas voces un tanto desabridas de la poesía social más reivindicativa de hace décadas. A ellas se une con El fondo del cubo la de David Refoyo, un poeta que se sabe de provincias y que no parece del todo muy satisfecho con ello, a pesar de que confiese que veía la poesía como una forma de “transformar lo cotidiano en un acontecimiento”.

'EL FONDO DEL CUBO'

David Refoyo

Visor

52 páginas