Cuando la Fundación COTEC, dedicada a promover la innovación, posó su mirada en la educación durante la pandemia, se dio cuenta de que era un sector que sufría no solo porque la pandemia crease nuevos problemas, sino porque agravaba los que ya existían. Puso entonces en marcha un proyecto llamado La escuela, lo primero, con el objetivo de ofrecer a los diferentes agentes educativos herramientas para enfrentarse a los retos derivados de la crisis sanitaria en el sector. En verano dio un paso más allá con el documental Las clases, de Orencio Boix, que se estrena hoy en el Festival Internacional de Cine de Huesca.

Las clases se desarrolla en el colegio público Ramiro Soláns de Zaragoza, que reabre sus puertas en septiembre de 2020 sin saber muy bien qué va a ocurrir durante el nuevo curso. La excepcionalidad de la situación es idónea para que Boix y su equipo rueden, durante el primer trimestre, lo que sucede en una escuela en la que el mayor temor no es que las medidas sanitarias sean efectivas, sino que el aprendizaje y el desarrollo emocional de sus alumnos sufran las consecuencias.

“Es una historia inscrita en un tiempo muy concreto”, cuenta su director, “en el que se vuelve a la escuela como espacio físico”. No solo se adscribe a un tiempo, sino a un lugar. El Ramiro Soláns es un colegio público muy conocido por su proyecto educativo innovador. Se encuentra en Oliver, un barrio obrero de Zaragoza, con una renta media baja, muchos alumnos de la etnia gitana o inmigrantes de primera generación. A principios del siglo XXI tenía una tasa de abandono escolar altísima que ha conseguido revertir en los últimos años gracias al proyecto educativo dirigido por Rosa Llorente. Es una escuela que, como indica Boix, “tiene una dimensión más allá de sus competencias, es un centro social para el barrio. Y este tipo de centros han sufrido mucho más las medidas impuestas por la pandemia”.

El documental mezcla tres dimensiones diferentes, como desarrolló su director. La primera, observacional, se dedicaba a ver qué sucedía, tanto en el centro como en las casas de los alumnos para ofrecer un contexto. La segunda provoca que los alumnos y profesores formen parte del relato. Y la tercera incorpora las reflexiones de la filósofa Marina Garcés y el experto en educación Carlos Magro mientras se hacen preguntas que no necesariamente tienen respuesta y pasean por el barrio. El mismo busca generar desde la premisa de que “el covid suponía un problema para la educación pero no era el problema”.

Así el documental incorpora la visión de múltiples implicados en el proceso de aprendizaje, incluyendo los chavales que, indica Boix, “se adaptaron a todos esos rituales de purificación a los que tienen que someterse antes de entrar en la escuela”. Añadió que, tras el rodaje, ha visto que su visión de futuro es bastante diferente a la que tienen las generaciones que les preceden. ”Están preocupados no solo por la crisis sanitaria sino también por la económica, la ecológica, son más conscientes de la discriminación entre géneros y de la brecha cultural y social que hay entre personas según sus rentas”.

Juan José Gómez, director de Comunicación y Contenidos de COTEC, y productor ejecutivo del documental, hace hincapié en lo mucho que se le pide a la escuela. “La sociedad le pide a la educación pública que tenga la función de educar, integrar y funcionar como ascensor social. Este documental deja ver que la realidad es otra, los mimbres con los que trabajan son estos y están faltos de recursos para cumplir la tarea que les encomendamos”. “No hubiésemos hecho una película sobre este tema si no llega a ser por el covid”, añade, “porque gracias a la pandemia nos fijamos en su situación”.

“Es una película muy vitalista”, apuntó Rubén Moreno, director del festival. “No es un filme que indique lo que el espectador tiene que pensar, sino que muestra cosas para que el espectador reflexione sobre ellas”, añadió Gómez. “Me encantaría que la viese gente del mundo de la educación, y que la criticase, que provoque un debate nacional. Bienvenido sea”.

Arranque de las sesiones de cortometrajes en el Teatro Olimpia

La espina dorsal del certamen arranca hoy con las proyecciones de los cortometrajes a competición; dos sesiones diarias en el Teatro Olimpia, a las 17.00 y a las 19.30 (menos el domingo 13 que solo tendrá una proyección de cortometrajes a las 16.30). Todas las proyecciones de cortometrajes son gratuitas y no es necesario canjear entradas; los asientos se irán asignando por riguroso orden de llegada al teatro, manteniendo siempre las medidas sanitarias requeridas. También sigue existiendo la opción de ver los cortometrajes a concurso a través de la página web del Festival Internacional de Cine de Huesca. Este año compiten 75 cortometrajes de 25 países diferentes, 29 en el concurso internacional, 30 en la competición iberoamericana y 16 en documental. Los ganadores de los tres Premios Danzante y el resto del palmarés se anunciarán el sábado 19 de junio.