-¿Qué le llevó a usted a escribir una novela a cuatro manos junto a su hermana Karla y cuánto hay de cada una de ustedes en el texto?

-La idea nació como una terapia de mi hermana, que estaba enfadada con nuestro padre ya que fue una persona muy importante pero nunca tuvimos su atención. Le dije que esos demonios los tenía que volcar escribiéndolos. Años después me envió un correo con lo que había escrito. Era como un guion de teatro y yo planteé darle otra dimensión, profundizar en los personajes, hilvanar las historias y añadir esos momentos sociales y políticos en los que suceden los hechos para plasmar la realidad que se vivía en Nicaragua. Nosotras tuvimos una infancia atípica, pues por ejemplo, con cinco años estábamos jugando en la calle y vimos como un hombre le pegaba tres tiros a una chica de 18 años. Son cosas que quedan en la retina y hemos querido que el libro reflejase esa realidad. Por otro lado, al final es un tributo a nuestro padre y también a nuestro padrastro, que fue periodista y a la labor de los medios de comunicación en los sistemas autoritarios.

-Tanto los personajes como el país de la novela tienen nombres ficticios, pero está basada en un hecho real. ¿Era la mejor manera de contar lo que querían?

-Es mejor no ser del todo explícito. Es un caso real en el que estuvo implicado nuestro padre, que como el protagonista también presentó un proyecto al Gobierno para la investigación de crímenes. Llevó, como en la novela, el caso del robo de una caja fuerte de una señora muy importante y a raíz de esa investigación comenzaron las amenazas a medida que se acercaba a los culpables, que eran parte de la guardia de Somoza. Eso le llevó al destierro y a ser detenido, aunque luego, con Ortega, también volvió a ser detenido y tuvo que exiliarse.

-Su hermana llegó a España por amor, pero usted, como su padre, se ha tenido que exiliar. La historia se repite ¿Qué pasó y como vive su nueva situación?

-A raíz de lo que sucedió en 2018 en Nicaragua, con tanta violencia en la calle, viendo como mataban a muchachitos manifesté mi desacuerdo a través de las redes sociales. Comencé a verme perseguida y decidí venir a España a pasar unos días con mi hermana, pero me avisaron que habían sacado una ley que llevaba a la cárcel a quien criminalizara al gobierno en las redes y que no volviera, así que pedí el asilo. Aquí, por un lado, tengo la libertad de poder escribir y llevar una vida más cómoda, por otra, mi mente está allí pues no me puedo abstraer de lo que sucede.

-Decíamos antes que la historia se repite. Y en su país, también el hecho de volver a una dictadura. En el libro, al final hay un atisbo de esperanza, pero esa esperanza de aquellos días ha pasado a ser frustración hoy. De la sensación de que el libro tiene un mensaje ¿cuál?

-Hay frustración porque muchos de la generación que en su momento dio esperanza, como Ortega, han llegado al poder y siguen haciendo tanto daño o más que quienes les antecedieron. Pretendemos que las generaciones que solo han vivido estos últimos años sepan que la dictadura no es una cosa nueva, que hay que estar atentos porque que aparezca una nueva dictadura es cuestión de tiempo si los pueblos se adormecen. Por eso en el libro, como sucede al final, sí hay un mensaje y es que si existe voluntad y la gente va unida, los cambios se pueden producir.