Ha vuelto el público a estar de pie en el pabellón Príncipe Felipe y ha vuelto -en teoría- el baile. El concierto de Loquillo no ha animado al público a moverse pero sí a aprovechar la otra gran ventaja de la reducción de las restricciones: los grifos de cerveza no han parado en toda la noche.

Loquillo ha vuelto a una de sus ciudades favoritas y lo ha hecho para poner en escena, al fin, su gira El último clásico. Una noche fría que dentro del pabellón proliferaban las chupas de cuero, tan acordes para un concierto como el de esta noche.

Las 3.000 personas que se han acercado al Príncipe Felipe lo hicieron enfundadas en camisetas, bufandas y banderas con el logo del Pájaro Loco que el cantante barcelonés se apropió a comienzos de su carrera. Una imagen inconfundible que sigue representando a Loquillo, más en la resistencia que nunca.

Con pocas referencias al público y algo de baile, el cantante se ha jugado todo a la pose: nadie se mueve, juega con el micrófono y clava los pies como lo hace él. Al público zaragozano le ha bastado la mirada y la media sonrisa clásica de Loquillo para aplaudir y disfrutar de su ídolo.

Los buscadores fue la canción elegida para comenzar un concierto al que le ha costado entrar. Se ha apoyado, musical y físicamente, en sus compañeros de escenario, encargados de mantener alto el ritmo que en los primeros compases Loquillo no pudo alcanzar.

Tampoco era fácil, ya que la mayoría de los asistentes han preferido aferrarse a la comodidad del asiento, obligatorio durante la pandemia, en el primer concierto en el que se podía bailar en el pabellón zaragozano. Algunos, incluso, se han terminado la cena cuando el loco ya entonaba alguna de sus últimas canciones. La pista, sin embargo, no se ha llenado, dejando espacio para corros amplios y conversaciones entre unos grupos de amigos y conocidos que se han tomado con mucha calma el concierto.

Pese la extraña situación en la que se ha desenvuelto el concierto, el rock ha vuelto a reinar en el Príncipe Felipe. Loquillo ha sabido conquistar, una vez más, a su público con sus temas más recientes pero sin olvidarse de esas canciones que le auparon hasta convertirlo en una de las grandes leyendas del género en España. Han sonado todas las más conocidas para el deleite de un público mayoritariamente adulto que ya quiere pasar el testigo de las guitarras y las baterías a las próximas generaciones. Muchos padres han acompañado a sus hijos a su primer concierto a lo grande. Con los ojos brillantes y sin dejar de mover los pies, los pequeños han descubierto que la vida, como dice Loquillo, se disfruta más con «rock and roll y actitud».

Con la chulería, la pose y el carácter intactos, Loquillo ha cerrado una noche que ya todos recordarán por ser el primer concierto en pie tras la pandemia y por poder disfrutar, tras una larga espera, de la cerveza al ritmo de las canciones favoritas. Loquillo se ha defendido en cada tema y ha demostrado que el tiempo ha transformado su actuación pero que la esencia sigue intacta: «Porque siempre fui yo, marcando una línea clara». Larga vida al rock y larga vida al Loco. Al de siempre.