Los inicios del fútbol en la ciudad de Zaragoza fueron muy entusiastas, pero también llenos de obstáculos y trifulcas por ver quién lograba la primacía de ese deporte llegado desde Inglaterra y que muy pronto pasó de ser recibido literalmente a pedradas a causar auténtico furor. Lo relata perfectamente el historiador Pedro Ciria Amores en su obra 'El sueño de ser grandes', un libro imprescindible ya no solo para los zaragocistas, sino para cualquier amante de este deporte.

El fútbol zaragozano tuvo un arranque tardío con respecto a otras ciudades españolas que le tomaron la delantera, aunque también es cierto que lo hicieron por tener en muchas de ellas un mayor contacto con ingleses que acabaron importando este novedoso deporte. Pero el crecimiento que iba teniendo y el cada vez mayor seguimiento por parte de la gente hizo que las clases adineradas, la burguesía de las ciudades, comenzara a verlo también desde un punto de vista social, como un instrumento a través de cual aumentar todavía más su influencia.

De hecho, la mayoría de esas primeras personas a las que se puede llamar «futbolistas» en aquella Zaragoza de comienzos del siglo XX eran gente adinerada, estudiantes de Derecho o Medicina. Gente con recursos y suficiente tiempo libre como para dedicarse a pegar patadas a un balón ante la incredulidad de propios y extraños. En ese ambiente nació en 1903 el primer club de fútbol zaragozano, que apenas llegó a disputar 5 partidos antes de disolverse 3 años más tarde, y en cuyas filas jugó un joven conde de Sobradiel, el primero en marcar un gol en un partido organizado en tierras aragonesas. Esas primeras experiencias futbolísticas las llevaban a cabo esos jóvenes llamados a ser las clases dirigentes de la sociedad zaragozana y aragonesa, antes de que el fútbol se acabara profesionalizando y ofreciendo sueldos a aquellos que jugaban en la élite. Después de ser jugadores mientras estudiaban, acababan siendo directivos de esos mismos equipos, usándolos como nuevo escenario de promoción social y forma de hacer contactos con las élites de otras regiones y ciudades.

Una maleta con el escudo del Iberia SC, y un balón y una bota antiguos EL PERIÓDICO

El primer terreno de juego zaragozano fue el llamado Campo del Sepulcro, un pedregal en el entorno a la actual estación del Portillo y al colegio Joaquín Costa, donde los aficionados a los toros practicaban la tauromaquia y que recibieron a pedrada limpia a los primeros que comenzaron a darle patadas a un balón. Pero desde entonces y a pesar de la desaparición en 1906 de ese primer club zaragozano, la década de 1910 vivió un crecimiento exponencial en la práctica de este deporte, proliferando los campos así como los clubes que fueron surgiendo.

Así se crearon clubes como el Fuenclara o la Real Sociedad Atlética Stadium, unas de las varias raíces que fueron confluyendo con otras entidades hasta llegar a la creación del actual Real Zaragoza, o fueron apareciendo diferentes campos de fútbol como el de la calle Bilbao, el de la Hípica o el del Arrabal. Pero si hubo dos campos que destacaron en la ciudad fueron los del Zaragoza CD de los tomates, y el del Iberia de los avispas, los dos clubs que acabarían convirtiéndose en los de mayor importancia en la capital aragonesa.

El reciente partido entre el Zaragoza y el Almería en la Romareda. Jaime Galindo.

El Zaragoza tomate, fundado en 1925 tras la fusión de varios clubes, disputaba sus encuentros en el Campo de la Torre Bruil, entrando desde la calle Asalto, y que se llegó a describir como uno de los estadios «más bellos de España». En su inauguración, el 19 de octubre de 1924, podía albergar hasta 6.000 espectadores. Mientras tanto, el Iberia SC lideró el otro espectro de la rivalidad futbolística de la ciudad, convirtiéndose en el equipo con mayor apoyo social tras su fundación en el año 1917. En este caso su sede era el mítico estadio de Torrero que acabó utilizando también el Real Zaragoza tras su fundación y hasta la construcción de la actual La Romareda.

La disputa de la primacía deportiva y social en Zaragoza así como los intentos por llegar a la élite eran tremendamente caros y fueron endeudando a los equipos, haciendo que la continuidad del Zaragoza tomate fuera insostenible a comienzos de la década de 1930 y tampoco muy halagüeña para el Iberia. Por ello, y a pesar de las disputas y trifulcas surgidas entre ambas aficiones, que incluso llegaron en ocasiones a las manos, ambas directivas vieron necesaria una unión de fuerzas para lograr no solo la supervivencia, sino para lograr el impulso necesario con el que lograr el tan ansiado ascenso a primera división.

Y en ese sueño de ser grandes de verdad, nació el Zaragoza FC en ese mes de marzo de 1932 utilizando la plaza, jugadores e infraestructura del Iberia pero uniéndose a la masa social y poder económico que había apoyado hasta entonces a los tomates. Tan solo cuatro años después, en 1936, el equipo de Los Alifantes logró el primer ascenso a primera división, quedando cortada la trayectoria de esa prometedora plantilla por el estallido de la guerra civil. Tras el conflicto volvería la liga, y el fútbol zaragozano estaba ya entre los grandes.