Siete semifinales disputadas y seis victorias. Como siempre, como era de prever, Alemania anda merodeando un nuevo título, aunque ahora llevara 12 años sin llegar a una final de una Eurocopa. Jugando mal, dominada por una Turquía extraordinaria y que no merecía despedirse con tanta crueldad del torneo después de un rosario de desgracias, Alemania ya está en Viena esperando que entre Rusia y España decidan quién ocupará el vestuario visitante el próximo domingo.

En el último minuto, sin dar tiempo a que Turquía pudiera hacer otra gesta --había marcado tres goles en los instantes finales de cuatro encuentros--, el lateral Philipp Lahm, el que quería fichar el Barcelona, se inventó la jugada decisiva del encuentro. Partió desde el lado izquierdo tras driblar a Kazim, combinó una pared con Hitzlsperger y se coló en el área para superar a Rustu de un certero disparo. Un golazo en la mejor jugada de Alemania.

Turquía había respondido siempre ante las adversidades, mostrando su mejor cara cuando peor era el panorama y ayer, en la tarima de ejecuciones en la que le situaron por enfrentarse a Alemania, se batió con más bravura aún de la demostrada durante el torneo, dominando y bailando al tricampeón de Europa.

Turquía no ha sido una cuestión puramente emocional. Hay fútbol en las filas rojas. La colección de suplentes que compareció ayer puso contra las cuerdas a Alemania, y eso ya son palabras mayores. Durante los 90 minutos, hasta que ya no quedaban fuerzas ni tiempo --tres minutos de añadido-- para neutralizar el mazazo de Lahm.

MANDA TURQUÍA El primer tiempo fue primoroso. Los de Terim levantaron la barricada detrás, pero lejos de Rustu, y una vez asentados los cuatro defensas y Aurelio por delante, se pusieron a tocar. Y bien, muy bien. Con ideas, con rapidez, con dinamismo, con internadas de los interiores. Quince disparos a puerta por tres de Alemania demuestran quién mandaba. Quien mandó en todo momento.

Inspirándose en el fútbol que practica Rusia, todos los mediocampistas pusieron a prueba a ese señor mayor llamado Lehmann, cuyas indecisiones anduvieron a la par de las de sus defensas. Podría decirse lo mismo de Rustu, que se comió el 2-1. Blandos y pasivos, muy imprudentes tal que minusvaloraran a sus rivales, permitieron que Turquía llegara con inusual soltura al área. Ante tanta facilidad, probaron fortuna. Todos: Kazim (al larguero), Ugur Boral, Altintop y el lateral Sabri, tan peligroso subiendo como malo defendiendo. Dio el segundo gol a Semih, pero por su banda llegaron dos de los alemanes.

SUERTE AGOTADA Gracias a Podolski --suplente en el Bayern de Munich y que ha encontrado acomodo de interior izquierdo en la selección-- y a Lahm, el once germano respondió al acoso de Turquía. Ni siquiera semejante despliegue físico y futbolístico permitió a los hombres de Fatih Terim ganar y entrar en la final. Aunque merecieran plantarse en el partido decisivo de Viena y derrocharan el entusiasmo y la fe que les condujo a la semifinal. Habían agotado la suerte en el trayecto. A Alemania, ya se sabe, le basta con la eficacia para resolver sus duelos. Lo dice la historia, y ayer se volvió a repetir.